Del apropiacionismo a los estudios visuales (de lo falso en el arte, a lo falso del arte)
Conferencia de José Luis Brea
Ciclo «Lo falso» dirigido por Enrique Lynch.
Institut de Humanitats – CCCB, Barcelona
Miércoles, 16 de Enero, 19 h.
www.cccb.org/instituthumanitats/
En realidad, alguien muy puntilloso podría objetarle a Cheryl Bernstein que su presunción de que en el trabajo de Herron se producía una verdadera “elusión de autor” -o esa continuidad lograda entre obra y análisis del lenguaje de ella, entre procedimiento generativo y resultado, entre forma y contenido, entre concepto y producto- que en toda esa proclama de logro y consecución en el trabajo de Herron, había ciertas concesiones, cierta benevolencia, impropia en realidad de alguien que proyectaba tanta exigencia a la hora de analizar el trabajo de Stella, reconociendo en él lo que muy pronto el desarrollo posterior de su obra haría evidente: que no había en ella sino «un autor» generando «un cierto estilema». Que no hubiera otro tanto en la obra de Herron parecía, parecería, para ese lector puntillosísimo, un juicio descuidado. Pues al fin y al cabo de nuevo allí detrás tendríamos una subjetividad, una vida psíquica, una emocionalidad en trabajo … un “autor” al fin y al cabo; y detrás de sus obras y productos, igualmente, interpretaciones posibles, mercancías, objetos de culto y aura, etc. Es decir, todo aquello que enfáticamente Bernstein da por eludido y elidido, por desmantelado, en la figura de Herron.
Ahora, si hiciéramos ese reproche –contra Herron y su obra- nos encontraríamos con una pequeña sorpresa. La de algo inesperado que ello tendría a su favor, y que aunque hubiéramos podido presuponer no hay de hecho ningún lugar en que se nos informe de modo fehaciente. A saber, que “realmente” Hank Herron nunca ha existido, sino que era un “autor” inventado por Bernstein para valer como la figura teórica de un no-autor. Y naturalmente, podemos presuponer, tampoco existió nunca su obra –de tal forma que la coincidencia para ella de obra y descripción es indiscutible, ya que no hay otra cosa que ella.
Pero para entonces, empezamos a movernos en una nebulosa de extravíos: ¿es Herron realmente un mero invento virtual de Bernstein y su obra una figura teórica para señalar un “horizonte heurístico” para la obra de las segundas vanguardias? Y quién es su inventor, ¿acaso Cheryl Bernstein, la autora que por primera vez escribe de él? Pero el misterio, podemos imaginarnos, no va a disolverse tan fácil. En efecto, Cheryl Bernstein es, igualmente, una autora ficcionada, inexistente en lo real (que sepamos). Su escrito sobre Herron es, en efecto, el único que se le conoce. Estamos pues ante un “crítico” imaginado que escribe sobre un “autor virtual” para mostrar que una “obra virtual” –nunca hecha, para más señas- es la mejor realización del arte de las vanguardias. Y, si creemos a Crow, la marca de un espíritu que las neovanguardias apropiacionistas de los años 80 intentarían haber emulado.
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