Entre algunos souvenirs que me traje de Londres está el último disco de la islandesa Björk, artista que tenía olvidada desde hace unos largos años y con la que me ha vuelto a reencontrar gracias a ese trabajo llamado Volta. La diva islandesa me inspira dos comentarios, entre lo artístico y lo tecnológico, ahora que la fiebre por lo digital y el mp3 parece haber devuelto al enfermo a un estado de relativa estabilidad térmica.
En primer lugar comentar que muy poc@s músic@s de nuestro tiempo tienen la capacidad camaleónica tan desarrollada como Björk. La dama se toma su tiempo entre disco y disco, y en verdad que lo necesita porque es asombrosa su nómina de colaboradores con cada uno de sus trabajos. Tiene un talento innato para rodearse en cada momento con algunos de los nombres más sobresalientes del arte contemporáneo y si varios son previsibles otros, sin embargo, sólo pueden ser consecuencia de una mujer que sabe, conoce y vive en el epicentro de su tiempo. Esa imagen de reina en su castillo de cristal no se corresponde con esa sensibilidad magnética para atraer personajes del profundísimo «underground» sonoro. Antony & the Johnsons o Toumani Diabate podrían ser previsibles por su popularidad, pero quién le ha hablado a la señorita de personajes como Chris Corsano, Konono N1, Brian Chippendale (Lightning Bolt), etc. Con cada uno de sus discos, analógico o digital, Björk da en el blanco y constituye un ejemplo a seguir para todos aquellos músicos que deberían estar más conectados con el mundo subterráneo en vez de tanta «comidilla» populista de los medios «despecializados» que nos ahogan con Artic Monkeys y toda esa mierda del indie-pop.
La segunda reflexión que me sugiere Volta, el nuevo disco de Björk, es que sus «dichosos y geniales» caprichos deben de ser una pesadilla para los expertos en márketing de su sello discográfico. Pensarán los especialistas en economía de alto rendimientos que con lo cómodo que es vender un archivo de 5 megas en una de las sacrosantas tiendas de mp3 que gestionan la red, a qué viene esa manía de rizar el rizo y «despilfarrar» el dinero en lujosos objetos físicos tan pasados de moda como los discos de vinilo. Ya en sus primeros pasitos, allá por mediados de los ochenta cuando se presentó bajo el nombre de Sugarcubes, Björk, obligó a todas las compañías que querían licenciar su disco a cumplir a rajatabla con el diseño gráfico original y todas las portadas deberían imprimirse en los siete colores distintos que había seleccionado para su edición en el mercado británico. Tantos años después la reina es fiel con su bendita manía de cuidar hasta el último detalle toda la estética de su trabajo: música, vídeo, diseño gráfico, vestuario, conciertos, etc. El vinilo o cd de Volta es un trabajo de auténtico lujo que a un precio poco más alto de lo normal incluye los dos discos en siete fundas que se van escondiendo como las Matrioska -muñecas rusas- con el artwork de su equipo de colaboradores liderado por M/M Paris. El surco es bello y ruidoso!
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