La música no siempre está donde esperamos encontrarla.
Muchas veces prefiere esconderse en donde menos nos imaginamos, fuera de los lujosos escenarios de la ópera o de las mantas de los vendedores callejeros. Puede que se oculte delante de nuestras propias narices, precisamente entre las cosas a las que damos menos importancia, nuestra basura.
Quizá esos millones de botellas de plástico, latas de conserva y residuos industriales que nos rodean todavía tengan algo que decirnos antes de emprender su viaje de finitivo hacia los vertederos o el reciclaje.
Puede que la música se esconda incluso en los objetos que usamos en nuestras casas o en el colegio… o en nuestros propios cuerpos. Y con ella, su poder de evocar, de excitar la imaginación, de facilitar el acercamiento entre las personas y las culturas.
¡BASURA, QUÉ HERMOSURA!, OBRA PREMIADA EN EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO PARA NIÑOS «100, 1.000, 1.000.000 tales» DE BUCAREST ( The Award for intercultural dimension, 2006)
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