«Cuando un artista fallece, algo pesado se libera hacia una permanencia cósmica. La culminación de su pasión y visión, unidas como un mapa en el que podemos vernos y al que podemos aspirar.» escribía en este tweet el fundador de Ghostly International. Recientemente hemos visto apagarse varias estrellas en el firmamento, entre ellas la de Amelia Cuni y también la de Phill Niblock. Ambos nos dejaron un legado musical, sonoro y también humano que no se perderá en el cosmos, sino que se extiende por ese mapa a través de la red tejida por sus músicas y maneras de entender este mundo.
Jack Callahan, en referencia a Niblock, decía el otro día: «Phill nos mostró cómo construir nuestro propio contexto en un mundo donde aún no existe uno. Coordinó su propio lugar, creó su propia serie de conciertos, gestionó su sello y todo bajo su propia organización«. Esto es no tener nada que perder y una visión que ganar. Una visión que, como también puntualizaba Callahan, hoy en día es inimaginable, inconcebible sino definitivamente imposible. En la actualidad, puede que Niblock fuera considerado un emprendedor dedicado al I+D sonoro y dirigiendo su propia start-up. Aunque aparentemente apunten a lo mismo, no suena igual, porque puede que no sea lo mismo. El contexto, desde luego, no es el mismo y nuestras visiones, imaginaciones y sueños (rotos) tampoco lo son.
Estas palabras de Jorge Oteiza todavía resuenan en el tiempo y en el espacio, materias con las que trabajó sin descanso. Los sueños han perdido la batalla. ¿Quién ha ganado la batalla entonces? Mis fracasos son también de todos. ¿Qué hemos perdido, como sociedad, con el fracaso del que nos habla Oteiza? ¿Cuántos «oteizas» estamos dispuestos a seguir desperdiciando? Hemos perdido aquello que podíamos hacer sido y nunca llegamos a ser. Pensarlo, como nos recuerda Oteiza, no sólo resulta peligroso, sino más bien espeluznante, como diría Mark Fisher:
«La sensación de lo espeluznante es muy diferente a la de lo extraño. Lo extraño está constituido por una presencia: la presencia de aquello que no pertenece. Lo espeluznante, por el contrario, está constituido por un fracaso de la ausencia o por un fracaso de la presencia: hay algo presente donde no debería haber nada o no hay nada presente cuando debería haber algo.»
En el anterior post de esta serie dedicada, sin quererlo, a los buenos perdedores o al saber perder, abordamos ligeramente esta diferencia entre lo extraño y lo espeluznante. También terminé el segundo post de la serie reconociendo el fracaso de nuestro (ansiado) futuro utilizando este binomio tan contemporáneo como espectral. Puede que un fantasma recorra nuevamente Europa y también más allá de sus decadentes fronteras.
«El arte y la filosofía son las formas en que nos reorganizamos, apuntan al éxtasis, a la liberación total de los estados que nos han inmovilizado, exigen de nosotros que nos trabajemos y nos renovemos, individualmente y en conjunto. Necesitamos reorganizarnos para que la obra de arte pueda estar ahí para nosotros..»
Estas palabras de Alva Noë resuenan en la nueva mirada hacia el antiguo régimen y sus sueños, ya rotos y sin duda, decadentes. Jack Callahan, junto a Mike Pollard y Eric Farber, parece que están trabajando por cambiar esa dificultad de imaginar lo que Phil Niblock nos enseñó en (su) práctica: Context as curation. Para ello, han creado Nina Protocol, una nueva plataforma web3 para escuchar música online, además de comprar, vender y coleccionar. En apariencia no es (casi) nada nuevo en el firmamento del consumo musical. No nos preocupemos: las grandes plataformas seguirán avanzando con su renovado programa y con sus brillantes planes de futuro en un presente hauntológico. Confiemos tanto en la música como en la experiencia, la nuestra, de su negocio. No nos olvidemos de ello.
Puede que estemos en el buen camino hacia una industria musical más recíproca y menos extractiva, pese a la minería que implica la alternativa de las cadenas de bloques (Solana) y las tarifas de almacenamiento en Arweave, un protocolo que permite el almacenamiento permanente de datos, que hacen viable la existencia de Nina. La promesa de lo permanente, como seres impermanentes que somos, nos puede resultar, como siempre, atractiva y fascinante, pero al mismo tiempo, inquietante. Por esto, puede que desconfiemos, como el mismo Callahan dice en esta entrevista: “I’m also a musician and I’m skeptical of a lot of that shit, and a lot of it sucks. And we’re at this point right now where we are trying to build trust with a lot of people that that language is super foreign to.”
No me parece baladí que sea la (des)confianza en un lenguaje extraño para muchos de nosotros precisamente el centro del problema. Lo inquietante de la confianza en lo extraño no es lo mismo, ni significa lo mismo, ni implica lo mismo, que lo atractivo de la confianza en ese sueño neoliberal lleno de brillantes esperanzas y una felicidad utópica y en la práctica deprimente, sino tóxica. La alternativa imposible al capital puede que se trate de lo siguiente, como bien apuntaba Mark Fisher: «nunca se trató necesariamente de la idea de que el capitalismo era un sistema particularmente bueno: se trató, más bien, de persuadir a las personas de que es el único sistema viable y de que la construcción de una alternativa es imposible.»
No nos olvidemos que la coordinación no requiere de centralización, porque de allí venimos. Las cosas no tienen que estar centralizadas para tener un propósito común. Bien nos lo mostró Phil Niblock en y con su práctica (“context as curation”). Puede que por ello, el equipo de Nina proponga esta idea de Hub como un mecanismo a nivel de protocolo que rastrea las relaciones construidas en torno a la música: una plataforma, una escena, un sello discográfico, una lista de reproducción, un blog, un archivo, un club, una tienda de discos, un colectivo conectado o un contexto mismamente. Otro ejemplo de hazlo tú mismo. Entonces puede que lo difícil sea lo más fácil de hacer ahora.
Puede que Alva Noë tenga razón cuando dice: «La experiencia estética se refiere a la práctica temporalmente extendida de comprometerse con uno mismo y su entorno con el objetivo de pasar de no ver a ver, o de ver a ver de manera diferente.» Puede que lo que haya cambiado sea nuestro punto de vista, la perspectiva en la mirada y nuestra visión, como consecuencia de experiencias estéticas sencillamente diferentes, o extrañas, a las que estábamos acostumbrados hasta ahora. Puede que hayamos pasado de observar un objeto estético a serlo. Puede que se nos haya olvidado que lo propio del ojo, y al mismo tiempo lo más inquietante, no sea la mirada, sino más bien la lágrima. Ese extrañamiento en la percepción de un mundo que inevitablemente nos conmueve sobre todo frente a una ausencia que se hace cada vez más presente.
Cabe recuerdar estas palabras del cantante de The Flaming Lips, Wayne Coyne, en una de sus eternas intros: «cada vez que analizo las realidades científicas de lo que significa vivir aquí en la Tierra – en esta galaxia – girando alrededor del sol – volando a través del espacio – siento que un shock de terror se apodera de mí. Una vez más, me doy cuenta de lo que precaria de nuestra existencia«. No sólo es precaria nuestra existencia, sino también nuestra mirada, nuestra visión, nuestros sueños y nuestra imaginación en consecuencia, sin esa lágrima tan necesaria como esencialmente humana frente a un mundo en decadencia.
Puede que no le falte razón a María Salgado cuando dice en esta entrevista: «Echo de menos una conversación intensa, vibrante y significativa entre las personas que participan del hecho artístico.» En esto estamos…
Gracias a María Salgado por leer esta serie de perdedores y a Daniel del Río por compartir conmigo ese vídeo de Jorge Oteiza. No tenéis precio.
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