En el anterior post abordamos ligeramente lo que hoy se conoce como salud mental con palabras como las de Ted David: «Ser uno de los fanáticos de la música más ávidos que existen es probablemente el aspecto más destructivo de mi vida.» También recogimos la oportuna pregunta que se hizo Paul B. Preciado, «¿En qué condiciones y de qué manera valdría la pena vivir la vida?«, en su artículo «The Losers Conspiracy» y que da nombre a esta serie de artículos, aunque nunca pretendió serlo.
Este post (no) pretende ser un homenaje a Mark Fisher. El 13 de enero hizo siete años que decidió poner fin a su vida y las redes sociales se hicieron eco de la importancia de sus textos, pero también de su ausencia y de la depresión. Parece que no podemos dejar de pensar en la depresión cuando hablamos del aniversario del fallecimiento de Mark. Curiosamente el próximo 13 de febrero será el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión. La presencia de una ausencia presente, de Mark y del suicidio mismo, son como un elefante en la habitación. No sólo estamos hablando de depresión, sino también de suicidio. Como bien lo describe Ramón Andrés en Semper dolens, el suicidio es una conditio esencialmente humana. No lo olvidemos.
Este video de Mark no ha perdido vigencia, está más presente que nunca, especialmente si atendemos a las estadísticas de muertes por suicidio y sobre todo en adolescentes. No deberíamos poder más con el silencioso elefante porque, como bien apunta Mark, este tendría que ser el mayor indicador para condenar el mundo en el que vivimos. Merece la pena recordarlo. Puede que la depresión no debiera ser entendida meramente como una patología, sino más bien como síntoma, reacción o como una resistencia frente a unas condiciones ambientales adversas y sin más sentido que el neoliberal. Por esto, como nos recuerda Mark, la relación entre los sedantes (Prozac) y la hipervelocidad virtual (ciberespacio), así como la normalización de la privatización del estrés, no pueden sino ayudar sino a describir bien el panorama mental y contextual, de entones y también de ahora.
Entonces como hoy, el silencio sigue sonando igual. Otro elefante más en la misma habitación. Parece que la diferencia es que hemos pasado de tomar drogas para evadirnos, o incluso revelarnos, a auto-medicarnos con resignación y sin remedio para poder existir y ser cuerpos más productivos. Hemos pasado de la revolución espiritual a las micro-dosis por y del capital. Un descenso en las esperanzas del ser, individual y común, así como una privatización del síntoma y del sentido humanos. Nada nuevo bajo el sol: lo común ha sido sustituido y desplazado por la individualización. En palabras de Mark: «En el pasado, si las condiciones laborales empeoraban, podías acudir a los sindicatos y organizarte; en cambio, hoy, se nos incentiva, si, por ejemplo, aumenta nuestro estrés laboral, a verlo como un problema propio que debe ser tratado individualmente.» Esta es la razón por la cual el «realismo capitalista» es hoy un clásico, como esta maravillosa entrevista publicada en RWM.
Como bien dice Mark en el video: nos mantienen en un estado de pánico y ansiedad constantes, mientras pensamos en cómo «llegar a final de mes» para completar lo que viene siendo una vida «normal». Y no es que nos falte algo, es que nos lo han arrebatado para volver a vendérnoslo una vez más. Necesitamos despertar de ese sueño llamado futuro: ni las esperanzas vendidas para sacar beneficio, ni ese mundo feliz prometido y que nunca llega, ni esa «capacidad para hacer cosas», como dice Mark, inherente a todo producto y también a toda tecnología, nos despertarán de ese sueño popular. Todo lo contrario. Puede que para despertar primero haga falta estar dormido.
En un momento del video, Mark recuerda qué implicaba ser «autónomo» (en inglés, self-employed) y puede que me equivoque, pero algo falla en el sentido de nuestro lenguaje al hablar de «autónomos», cuando en realidad queremos decir «auto-empleado» (self-employed). No hay mayor dependencia que una falsa autonomía. Obviamente resulta más atractivo ser autónomo, como también lo puede ser free-lance. La autonomía y la libertad iluminan el deseado e inevitable auto-engaño. Lo que está claro es que no hay peor empresa que uno mismo y mejor empresa que el Estado, al menos para uno mismo y es que, como se suele decir, la caridad bien entendida empieza por uno mismo. Uno también hace algunas cosas buenas por los pobres, ¿no?
Por ser más concretos y continuar en el contexto territorial, me pregunto si es un Estatuto del Artista lo que necesitamos o más bien una intermitencia al estilo francés. Los problemas de la cultura, como de la salud mental, en este país vienen de lejos y no son únicamente problemas de sentido, de lenguaje o en la vida, sino que están arraigados en nuestra historia y también en la propia práctica. Como dice Alva Noë: «We are aesthetics. We are works in progress.» Resulta siempre inquietante escuchar el silencio de los derrotados, como el aterrador mensaje de los vencedores, por ponerlo en términos bélicos: Væ victis, dicen. Puede que no necesitemos fracasar mejor sino pelear para ganar o como decía el Che Guevara: «seamos realistas, pidamos lo imposible!«. Reconocer el fracaso del futuro de entonces puede que nos ayude a reconstruir el presente hauntológico y rizomático de hoy.
Si algo me fascina de Mark es su capacidad para poner en relación un contexto sociopolítico con su propio sonido y su propia música. Nos regaló una banda sonora a nuestro tiempo y nos invitó a abrir los ojos con el cine. Su escucha, como su visión, fueron obviamente más profundas y certeras que superficiales. De una manera similar, con la misma capacidad de escucha, responde Yasiin Bey (Mos Def) cuando le preguntan sobre la música de Darke. El problema no sólo está en las categorías, sino en lo que significamos con ellas. Ambos saben bien que la música de Drake pertenece a aquel sueño Pop con ese sonido tan particular y popular al mismo tiempo: es una música sedante y compatible con el shopping. El Prozac musical para centro comercial ha venido a sustituir al aparentemente inocente e inocuo Muzak. Las metáforas a veces resultan útiles para describir realidades concretas. La chirichota lo sabe bien.
Esta música, esa presencia extraña, rara o inquietante, nos hace cuestionarnos a nosotros mismos y a las categorías que usamos para dar sentido a este mundo. Reconocer a esa presencia rara, ese elefante, es un ejercicio de desplazamiento en los límites de nuestro sentido de validación, de nuestro lenguaje y, por lo tanto, de los límites de nuestra propia existencia. Por usar las mismas palabras que Mark, ser parásito no es ser raro, más bien es todo lo contrario: puede que sea lo normal, sino lo deseable. Porque tener éxito puede que sea signo de ser un parásito social. Este es el modelo actual del éxito en decadencia. La negación del pasado, sino también del presente, no produce lo nuevo como antes. Otro elefante más en la misma habitación, diferente de la que estás.
Me hago eco de este fragmento del último discurso público de Mark Rothko (en la foto) al recibir un premio honorífico en la Universidad de Yale. Se quitó la vida al año siguiente.
«Cuando yo era más joven, el arte era algo solitario; ni galerías, ni coleccionistas, ni críticos, ni dinero. Fue una época dorada porque entonces no teníamos nada que perder y una visión que ganar. Hoy no es exactamente lo mismo. Es una época de toneladas de palabrería, actividad y consumo. No me atreveré a discutir qué condiciones son mejores para el mundo en general. Pero sí sé que muchos de los que se sienten impulsados a esta vida buscan desesperadamente esos espacios de silencio donde poder arraigar y crecer. Todos debemos esperar que los encuentren».
Estas palabras son de 1970. Pese a que siguen ambientadas en el mismo silencio, parece que los tiempos han cambiado y sus consecuencias también, como bien apuntaba Mark Fisher en el video. La necesidad de éxito se hace imperante e inevitable para existir e incluso subsistir. En modelos de distribución como Spotify seguro. ¿Quién no va a querer todo el éxito del mundo para poder cobrar, al menos, algo, por poco que sea? El modelo del éxito, para el artista de hoy, se basa en esa ensoñación kafkiana estratégicamente diseñada en la cultura tecno-afectiva capitalista popular e invitándonos a convertirnos, en apariencia, en aquello que Mark Fisher llamaba vehementemente como «parásitos». Otro elefante silencioso más, sino es el mismo todo el tiempo.
No podemos actuar como si nada se hubiera perdido cuando ahora un artista tiene que enfocarse más en satisfacer a un algoritmo que en la calidad. Cuando un artista tiene que pasar más tiempo en crear «contenido» que en tomar decisiones artísticas o musicales todos perdemos, como bien dicen aquí. Puede que lo llamábamos «música» entonces, ahora no sea más que «marketing» o «propaganda», todo un éxito en potencia permanente. Como dicen aquí, ahora sentarse a esperar a ser descubierto ya no es suficiente, todo es cuestión de investigar, construir y mantener relaciones «afectivas», que son obviamente «efectivas». También hay quien se pregunta, ¿qué pasa si eres una persona tímida o sencillamente no tienes ni tiempo para ello? ¿Cómo compartir sin sacrificar calidad de vida? Ya no del archivo, sino de nuestra vida, nuestro propio cuerpo. ¿En qué condiciones de vida merece la pena compartir(se)? La necesidad de afecto es también condición humana, no lo olvidemos, pero la necesidad del efecto es propia del neoliberalismo. En este sentido, la única espera posible es al capitalismo, como bien decían Deleuze y Guattari (citados por Mark Fisher & Steve Goodman en esta conversación de 1998): «Toda la historia es la historia del capitalismo y todo está esperando al capitalismo«.
Cuando parece imposible salir del castillo de vampiros, en palabras de Mark Fisher, «de una situación en la que nada puede pasar, de repente todo vuelve a ser posible«. Como veremos más adelante en esta serie, pero también en la imagen del post y en el siguiente video, desde luego puede haber alternativas (a Spotify y todo lo que significa) que nos pueden salir mejor (de lo que parece) por lo que significan. A buen entendedor, pocas palabras bastan.
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Nota: Este post se entiende mejor y de la misma manera que Rick Prelinger describe Archive.org en esta entrevista Useful Cinema: Rick Prelinger on “The Spectrum of Sponsorship”: «Está lleno de información obsoleta, procedimientos extintos, explicaciones interesadas, ideas que nunca pasaron la prueba del olfato y mentiras. Y, sin embargo, ahí es donde se encuentra la verdad. No se puede juzgar el pasado en su mejor momento, hay que afrontar sus imperfecciones. Y, por supuesto, eso también es válido para el presente.»
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