Durante estos días, Chile vive la revuelta social más importante de las últimas décadas. Millones de personas han salido a las calles reclamando por una vida digna y exigiendo cambios estructurales al cruel y abusivo modelo de desarrollo impuesto con sangre durante la dictadura militar (1973-1990).
Posterior al golpe de Estado, Chile se convirtió en el laboratorio del neoliberalismo a nivel mundial. El modelo fue instalado por economistas ideológicamente extremistas que privatizaron todos los elementos esenciales para la existencia humana y no humana, dejando en manos del mercado asuntos como las pensiones, la salud, la educación y los bienes comunes naturales.
Hasta el 18 de octubre del 2019, la clase política y empresarial del país seguía convencida de las maravillas del modelo, intentando sostener la imagen de Chile como un ejemplo de democracia y estabilidad institucional. Sin embargo, ese mismo día estalló el malestar acumulado durante más de 40 años, producto no sólo de un sistema económico que avala y reproduce desigualdades aberrantes, sino también de un Estado que representa con descaro los intereses de una minoría enriquecida, persiguiendo, reprimiendo y criminalizando la protesta social.
Hoy, podemos decir que este estallido ha transformado para siempre el país. Las calles y sus dinámicas, las relaciones humanas en la intimidad y en la comunidad, las formas de organizarse y de vincularse con el territorio. Este proceso ha abierto una nueva dimensión donde voluntades autoconvocadas se han agrupado para informarse, re-conocerse en problemáticas y propuestas, y delinear en autonomía otros modos de asociación y participación, ya sea a través de cabildos, asambleas, encuentros o trawun.
Es así que como equipo Tsonami nos hemos cuestionado el rol del arte sonoro en estos tiempos de crisis en Latinoamérica, sobre todo al vernos inmersos en la producción de la XIII edición del festival. ¿De qué forma se puede aportar, desde el arte y las prácticas sonoras, a la reflexión y la búsqueda de nuevas maneras de configurarnos como colectividad? Esta pregunta ha pasado a convertirse en la columna vertebral de nuestro hacer en estos días.
Como es habitual desde el año 2007, durante los meses de noviembre y diciembre organizamos el Festival Tsonami, un espacio para la creación artística a partir de la investigación de Valparaíso y su diversidad de capas sonoras y sociales. Este año, en medio de la revuelta, creemos que resulta fundamental replantearnos el evento, rechazando las ideas de festividad y espectáculo.
Es por esto que se ha tomado la decisión de reemplazar la XIII versión por el Encuentro Tsonami 2019, con el objetivo de reflexionar e investigar colectivamente, además de propiciar la apertura de canales de escucha profunda que contribuyan a crear nuevos espacios perceptivos no colonizados por el neoliberalismo.
Así, hemos invitado a los/as artistas (Bolivia, Argentina, Brasil, Chile, Canadá, Portugal, Francia, Suiza, Dinamarca, Japón) a participar bajo el requisito de desarrollar proyectos que aporten en la comprensión del contexto actual y que reflexionen críticamente sobre el rol del arte en la configuración de nuevos paradigmas e imaginarios que nos sostengan como sociedad.
Entendemos este nuevo espacio como un experimento, un llamado a nuevas escuchas y voces, donde es elemental dejar de lado los egos artísticos. Por ello, la invitación es clara: activar (momentos/derivas/lugares/conversaciones/intervenciones) desde lo colectivo, a través de grupos de trabajo, poniendo el foco en los procesos y no en las obras o resultados, abandonando el formato de exhibición de obras. En este sentido, el Encuentro se construirá a partir de cinco grupos de artistas que desarrollarán investigaciones durante tres semanas, para generar una serie de intervenciones en espacios públicos (por definir) y un ciclo de presentaciones que se realizarán entre el 02 y el 07 de diciembre.
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