Cuando empezó la serie The Knick hace un par de meses, escribí un texto sobre su sonido que no publiqué en ./mediateletipos))) porque en general soy bastante reacia a meter aquí ese tipo de cosas que tienen que ver con… grandes productoras, por decirlo de alguna manera rápida. Cuando escribí ese texto, solo había visto el primer episodio de la serie. A falta de un episodio para que termine la temporada, tengo en mente escribir un texto mucho más pensado sobre su diseño sonoro, su electrónica, su ruido y su atípica manera de utilizar la música. Antes de publicar eso la semana que viene, creo que tiene sentido que empiece con esta introducción, así que aquí va:
Cuando vi la semana pasada el primer episodio de The Knick, la serie de Steven Soderbergh, una de las primeras cosas que me llamaron la atención fue la música. Pensé nada más ver y escuchar la segunda escena: «Vaya, parece Cliff Martínez». Obviamente, era Cliff Martínez, quien lleva colaborando con Soderbergh desde los tiempos de Sex, Lies, and Videotape (Sexo, mentiras y cintas de vídeo, 1989), primera película del primero como compositor y del segundo como director. El caso es que no había leído gran cosa sobre The Knick y no sabía que la banda sonora era de Martínez, y de entrada me chocó mucho porque no deja de ser arriesgado optar por una banda sonora electrónica para una serie de época.
Aunque la música electrónica esté totalmente instalada en nuestras vidas desde hace tiempo, sigue siendo un tabú en el terreno del cine y la televisión, que en términos generales optan por las mismas típicas bandas sonoras orquestales de hace treinta años, o más. Aparte de las colaboraciones de Cliff Martínez con Soderbergh, y más recientemente con Nicolas Winding Refn, prácticamente el único ejemplo destacable que existe de banda sonora electrónica en el mundo del cine «comercial» es el trabajo de Trent Reznor y Atticus Ross para David Fincher, y es bien sabido que Fincher se las vio negras para convencer a los productores.
En lo que se refiere a televisión, las cosas no son muy distintas. Dejando a un lado el caso Hannibal, es difícil encontrar una serie que se preocupe más allá de lo estrictamente necesario por su banda sonora, así que toparse con Cliff Martínez en la pequeña pantalla, por mucho que sea en una cadena de cable y de la mano de Soderbergh, no deja de ser singular. De todas formas, quizá lo que más sorprende es que sea precisamente en una serie ambientada a principios del siglo XX, por eso del anacronismo.
Yo todavía recuerdo con horror la banda sonora de Ladyhawke (Lady Halcón, 1985), de Andrew Powell y Alan Parsons, una mezcla entre Medievo, rock progresivo y sintetizadores que no tenía ni pies ni cabeza. Por suerte, Soderbergh no suele tomar decisiones gratuitas, así que aquí lo electrónico no solo no parece fuera de lugar, sino que tiene todo el sentido del mundo.
The Knick es una serie sobre los albores de la medicina moderna, y de la modernidad en sí, pero es también una serie sobre lo contemporáneo, sobre la época que nos ha tocado vivir a nivel social y económico, sobre cómo en ciertos sentidos seguimos en 1900. Martínez comenta que Soderbergh le dijo: «Vamos a recrear el Nueva York de principios del XX con la mayor autenticidad posible… Menos en lo que a ti respecta. Quiero que la música sea moderna y electrónica» [Indiewire]. Martínez no lo tenía muy claro, así que insistió en preguntar a Soderbergh si estaba seguro de que quería ir por ese camino, a lo que el director respondió: «Sí, va a ser toda electrónica [la música]. Va a ser moderna. Es intencionado» [TV Guide].
La banda sonora de The Knick tiene que ver con el futuro y la modernidad, con el latir del corazón (básico tanto en la sala de cirugía como en el pulso de la música electrónica) y con la electricidad. No obstante, Soderbergh insiste en que no fue algo demasiado estudiado: «Simplemente me pareció que era el camino, pensé que debía ser él [Martínez], así que fuimos en esa dirección. Tenía claro que no iba a usar instrumentos de cuerda, a veces llegas a un sitio a través de lo que sabes que no quieres» [HitFix]. En otra entrevista con The Daily Beast, Soderbergh es mucho más claro, subrayando que no quería bajo ningún concepto una banda sonora acústica.
Soderbergh menciona como inspiración para esta decisión musical la película Gallipoli (1981): «Me acordé de Gallipoli de Peter Weir, que tiene una banda sonora electrónica y está ambientada a principios del siglo XX. No hay ninguna razón para que eso funcione, pero funciona. No me lo sacaba de la cabeza. No quería una banda sonora electrónica de pitidos, pero tenía claro que no quería que sonase a esa época [siglo XIX]» [The Wall Steet Journal].
La decisión de la banda sonora electrónica permea toda la serie, hasta los teasers de los próximos episodios. En este concretamente queda muy clara la relación con el latido del corazón, y en parte con la adicción a la cocaína de uno de los protagonistas, tanto en el ritmo del sonido como en el parpadeo de las imágenes.
Hay otra serie reciente que intentó hacer algo muy similar con el siglo XIX londinense, pero de una manera mucho más chapucera, pulp y casi steampunk, el Drácula de la NBC (curiosamente la misma cadena que emite la magnífica Hannibal). El problema de Drácula es que a ratos parece que no sabían si la estaban haciendo en broma o en serio, pero en cualquier caso no es tan mala como augura su primer episodio, y tiene una banda sonora que recuerda en más de una ocasión a un Martínez pasado por el filtro de lo orquestal.
The Knick está en otra esfera muy superior, esa esfera en la que narrando una historia del pasado (la cotidianidad de un hospital del siglo XIX) estás hablando en realidad del presente (las desigualdades socioeconómicas, la corrupción, el racismo, los avances tecnológicos, etc.), y además yo siempre he sido muy fan de Soderbergh.
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