Maya Deren publicaba en 1965 en la revista Film Culture este breve ensayo, de 1959, defendiendo lo amateur como lo que uno hace por amor. Aunque es un texto sobre cine, creo que se puede aplicar a cualquier otra disciplina artística o creativa, como la fonografía:
El mayor obstáculo para los cineastas amateur es su propio complejo de inferioridad frente a las producciones profesionales. La etiqueta «amateur» conlleva un aura de arrepentimiento, pero lo cierto es que el término, del latín amateur —«amante»— significa alguien que hace algo por amor, en lugar de por razones económicas o necesidad. Ese es el significado al que deberían adherirse los cineastas amateur. En lugar de envidiar a los escritores de guiones y diálogos, a los actores con estudios, a los equipos y decorados elaborados y a los enormes presupuestos del cine, el amateur debería aprovechar la gran ventaja que envidian todos los profesionales, la libertad —tanto artística como física.
La libertad artística significa que el cineasta amateur nunca se ve forzado a sacrificar el dramatismo y la belleza visual por una oleada de palabras, palabras, palabras, palabras, por la incansable actividad y explicaciones de una trama, o por mostrar a una estrella o el producto de un espónsor. Además, de una producción amateur no se espera que dé beneficios tras una inversión enorme manteniendo la atención de un público masivo y heterogéneo durante 90 minutos. Como el fotógrafo amateur, el cineasta amateur puede dedicarse a capturar la poesía y la belleza de lugares y eventos, y como está utilizando una cámara de cine puede explorar el amplio mundo de la belleza en movimiento (una de las películas que ganó la Mención Honorífica de los Creative Film Awards de 1958 fue Round and Square, un tratamiento rítmico, poético, de los faros danzarines de los coches a medida que se mueven por autopistas, debajo de puentes, etc.). En lugar de intentar crear una trama que avance, utiliza el sonido del viento, o agua, niños, gente, ascensores, pelotas, etc. de la misma manera que lo celebraría un poema. Usa tu libertad para experimentar con ideas visuales; tus errores no harán que te despidan.
La libertad física incluye la libertad temporal —no estar sujeto a los plazos de entrega que imponen los presupuestos. Pero, por encima de todo, el cineasta experimental, con su equipo ligero y pequeño, pasa inadvertido (para grabar escenas espontáneas) y tiene una movilidad física envidiada por la mayoría de profesionales, agobiados por sus monstruos que pesan toneladas, sus cables y sus equipos de personas. No te olvides de que todavía no se ha construido ningún trípode que tenga unos movimientos tan versátiles como el complejo sistema de soportes, articulaciones, músculos y nervios del cuerpo humano, que con un poco de práctica hace posible una gran variedad de ángulos de cámara y acciones visuales. Tienes todo eso, y también un cerebro, unidos en un solo paquete móvil, compacto y preciso. Las cámaras no hacen películas, las hacen los cineastas.
Mejora tus películas sin añadir más equipo ni más personal, sino aprovechando lo que tienes al máximo. La pieza más importante de tu equipo eres tú mismo: tu cuerpo móvil, tu mente imaginativa y tu libertad para usar ambas cosas. Asegúrate de que las usas.
«Amateur Versus Professional», Maya Deren, Film Culture 39, 1965.
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