Hace pocos días, una conversación con Fran M. M. Cabeza de Vaca, que volvía de presenciar un concierto suyo en Darmstadt, me devolvió a la memoria el trabajo del compositor Johannes Kreidler.
Kreidler siempre se me había hecho algo elusivo, principalmente porque tenía más constancia de su actividad dentro de la comunidad del lenguaje de programación multimedia Pure Data – es el autor, entre otras cosas, de «Loadbang. Programming Electronic Music in Pure Data», uno de los mejores manuales de Pure Data – que de su trabajo como músico y compositor contemporáneo.
Y Pure Data fue lo que utilizó Kreidler para componer, en 2008, su obra «Product Placements». «Product Placements» es una pieza relativamente breve: dura 33 segundos. Lo que ocurre es que, a lo largo de estos 33 segundos, la pieza echa mano de unos 70 200 (setenta mil doscientos) samples.
También ocurre que la entidad de gestión de derechos de propiedad intelectual musical alemana, la Gesellschaft für musikalische Aufführungs (GEMA), en algo que parece un intento por confirmar todos los estereotipos habidos y haber sobre la corrección, minuciosidad, burocracia y retención anal alemanas, contempla el registro de obra musical que incluya citas a otras obras originales más afín a lo que habría sido la reinterpretación o versión de obra musical de hace un par de siglos, que a la cultura del sampling actual. Para el registro de obra que contenga muestras de otra obra original, la GEMA exige cumplimentar un formulario (en, cómo no, formato DIN A4) por cada sample.
Ni corto ni perezoso, Kreidler cumplimentó los 70 200 formularios y se presentó a las puertas de las oficinas de la GEMA con la intención de registrar «Product Placements», dando lugar a la siguiente escena:
En el año 2009, Kreidler la vuelve a emprender, esta vez no con el (entre nosotros, bastante risible) estado de las gestoras de derechos de propiedad intelectual, sino con el más elusivo, pero más persistente, conjunto de mitos que rodean la figura de artista, autor, músico, y la producción artística.
Al recibir un encargo por $2000 del festival Klangwerkstatt Berlin para una composición, Kreidler decide hacer lo que haría cualquier artista consolidado y legitimado: delegar el trabajo duro de producción a otros. Pero, si bien habitualmente esto recae en alumnos/aprendices/asistentes de producción, en este caso Kreidler decide hacer una externalización del trabajo en toda regla, y lo hace a través del servicio online de The Mechanical Turk. Allí, contacta con dos músicos que ofrecían sus servicios, y encarga el primer movimiento de la composición al compositor chino Xia Non Xiang, a quien paga $30 por una pieza «en el estilo de Kreidler». El segundo movimiento de la pieza es encargado al programador multimedia indio Ramesh Murraybay, a quien Kreidler paga $15 para la programación de software que genere partituras algorítmicas, otra vez, «en el estilo de Kreidler».
La pieza resultante – con un coste de producción total estimado en $90 – se estrenó en directo en el festival bajo el título de «Fremdarbeit» (literalmente, «trabajo externalizado»):
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