Blas Fernández en LA VENTANA POP
Con motivo de un reportaje sobre la reciente apertura de Microlibre, primera y única sala andaluza dedicada en exclusiva al hip hop, Johnny Ortiz, uno de los dos jóvenes aventureros que la han puesto en pie, me deja una apreciación que es motivo de reflexión: «El público marca unos cánones y no deja que los músicos salgan de ahí. Pero luego el tiempo pone cada cosa en su lugar. Además, ahora abres el eMule y ves todo lo que hay, así que la cosa evoluciona».
No lo dice sólo en relación a un presunto conservadurismo del oyente medio de rap, sino también a la forma en que la red transforma los objetivos y ambiciones de sus intérpretes: mucho se habla de la influencia positiva que Internet tiene en el aumento de las cifras de asistencia a conciertos, pero poco, casi nada, de cómo permite al músico, o al aspirante a tal, aumentar su caudal de información como nunca antes pudo hacerlo, facilitando el conocimiento y el consiguiente crecimiento.
No sólo los melómanos de hoy son quizás los más capaces de argumentar por qué lo son, como me apuntaba hace poco Kiko Veneno, sino que también los músicos tienen más facilidad que nunca, para comparar, medirse, aprender y plantearse qué dirección seguir, cuál explorar o a partir de dónde empezar a crear.
¿Eran conscientes de ello los ingenieros del Fraunhofer Institut Integrierte Schaltugen cuando comenzaron a investigar la posibilidad de un formato de audio comprimido? Probablemente, no, aunque hoy, casi veinte años después de iniciar aquellos estudios, quedan pocas dudas sobre la cualidad revolucionaria del mp3, el mayor favor que la ciencia le ha hecho a la cultura musical desde la fijación del sonido en un soporte físico, el fonograma.
También le escuche una vez a Juano Azagra, integrante de Bombones, decir que «hay tanta música en la red que eres incapaz de asimilarla: bajas más de lo que puedes escuchar y apreciar». Es posible. Razón de más para afinar la búsqueda, en el caso del melómano, y para proponer algo realmente valioso, en el del músico. Así es como se construyen los nuevos cánones que, retroalimentados en ambas direcciones, nos devuelven la música al ámbito del que fue secuestrada: el de la creación artística.
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