Al hilo del post anterior estaba investigando qué más charlas se han hecho en TEDxVienna y he encontrado otra que me ha parecido bastante interesante, especialmente porque es un tema al que últimamente doy muchas vueltas. La conferencia se titula Neominimalism and the Rise of the Technomads, y tiene algo que ver con eso de la obsolescencia programada de lo que hablábamos hace unos días. En este vídeo, Sean Bonner habla de varias cosas, pero sobre todo de la necesidad que sentimos de acumular todo tipo de objetos que no vamos a utilizar jamás, y de rizomas varios que surgen a partir de esa idea.
La verdad es que yo nunca he coleccionado nada, ni tengo infinidad de cosas amontonadas en casa, quizás porque no tengo mucho espacio, pero ya hace meses que ando dándole vueltas a deshacerme de toda esa multitud de libros, CDs, ropa y cacharrería varia que está ahí apilada en las estanterías y armarios simplemente de adorno. Al fin y al cabo, la mayoría de libros se leen una vez y ahí se quedan, la ropa que no te has puesto en diez años probablemente no te la volverás a poner nunca, los CDs están ahí en el disco duro en mp3 y… y… Si nos parásemos a pensar realmente qué necesitamos de todo lo que tenemos, creo que está claro que poco, muy poco. Y yo siempre he sido muy minimalista, así que probablemente sería un paso de lo más lógico dentro de mi coherencia interna. Al hilo de este tema, cogeré uno de esos pocos libros de los que probablemente no me desharía para copiar una cita:
APILAMIENTO
Para poder consumir los objetos no deben ser un estorbo en el tiempo. Hay que poder apilarlos a la vez en el tiempo y en el espacio, como los libros en las estanterías. El apilamiento, realidad en el espacio de las grandes ciudades, será también una realidad en el tiempo. Primero será una simultaneidad de consumos: se conducirá, se telefoneará y se comerá al mismo tiempo. Después el apilamiento se convertirá en un almacenamiento de los objetos: se tendrán más discos de los que jamás se podrán escuchar, más libros de los que jamás se podrán leer. De este modo se tendrán más actividades u oficios, se tendrá más tiempo almacenado que tiempo de vida. En fin, se almacenarán los objetos no ya real, sino virtualmente. Los libros estarán disponibles en bibliotecas virtuales cuyos códigos bastará consultar para imprimir un volumen elegido a domicilio. Lo mismo sucederá con los discos, filmes, cuadros o cualquier obra de arte cuyo uso, visión, consulta o contemplación requieran tiempo. Llegará a faltar el tiempo perdido y la vida será, en sentido estricto, imposible de vivir.
Aunque a estas alturas todas esas cosas estén pasando y nos resulten bastante obvias, el libro es del año 1988.
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