El viernes tras una intensa sesión de conferencias, de las que de primeras cabe destacar Derrick de Kerckhove o Christopher Salter, la jornada de la tarde en Paradiso estuvo centrada en una programación audiovisual presentada con un claro giro a la analógico, primitivista, en el que primaba a la manipulación directa del material que produce las sombras y los sonidos, todo ello debidamente amplificado.
La intensidad de algunas actuaciones, no hacía más que restar protagonismo a otras, por lo que sin animo de cualificar, aquí dejo las actuaciones más reseñables. Comenzando con Optical Machines (SHIFT) proyecto formado por Maarten Halmans como músico y Rikkert Brok manipulando su máquina de luces y sombras. Brok crea máquinas para proyecciones en directo, como podréis ver en su página, que bajo su pobre apariencia, generan un espectáculo redondo.
Tras ello Takashi Ito con Spacy fue, en mi opinión, el ejemplo más ilustrativo para entender muchos de los discursos teóricos y artísticos presentados en el festival. La obra exponía una concepción del espacio a partir de las peculiaridades de la representación cinematográfica, introduciéndose una y otra vez en planos y más planos y generando un espacio retranqueado sobre si mismo. Un acercamiento engañoso entre marcos.
La siguiente actuación altamente reseñable fue la de Bruce McClure con su PIE PELLICANE JESU DOMINAE: And After Several Rapid Strokes of Their Wings. Una manipulación del sonido de las bobinas, de la película misma al pasar por el proyector haciendo de esta proyection performance una manera de escuchar mediante el ruido, el cine y su mecanismo.
Cuando llegó la película pintada de Daïchi Saïto en colaboración con Malcolm Goldstein, Trees of Syntax, Leaves of Axis, los efectos de los brutales 45 minutos de la proyección amplificada de McClure todavía nos tenían algo extenuados, lo que no impidió disfrutar de esta pieza de gran belleza. De hecho fue precisamente por el contraste entre la crudeza de PIE PELLICANE JESU DOMINAE y los violines disonantes que acompañaban a pinturas de árboles lo que dió aún más sentido a ambas piezas.
Para cuando ya no podíamos más, comenzó Light Trap de Greg Pope & Gert-Jan Prins. En principio, debo reconocer que por cansancio físico y sensorial, poco parecía esperarnos en esta instalación-performance orquestada desde cuatro osciladores y cuatro proyectores. Un operario en cada uno de los proyectores, colocados en cada una de las esquinas del Paradiso, iba rayando en vivo la película, circundando un espacio central al que se dirigía también el equipo de sonido. Cuando decidimos internarnos en este espacio, súbitamente el volumen creciente convirtió el cuadrilátero virtual en un marco de sensaciones casi táctiles, donde la luz y la vibración extremas permitían, una vez más, tener la sensación de inmersión total.
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