Muere, a los 70 años, Joaquín Jordà, cerebro de la nueva escuela del cine documental
Con Joaquín Jordà ha muerto una de las personalidades más irreemplazables del cine español, cerebro en la sombra de movimientos no por minoritarios menos relevantes como la Escuela de Barcelona y la nueva escuela del cine documental, cuyo epicentro se sitúa también en la capital catalana. Provocador, socarrón y extremadamente culto, su episódica pero sustanciosa carrera como realizador cinematográfico refleja tan sólo uno de sus muchos intereses y dedicaciones: fue editor de la añorada colección de Cuadernos de Cine de Anagrama, en una época en la que estos libros aliviaban la inagotable sed cinéfila; fue -y durante largas temporadas vivió de ello- traductor de autores como Sciascia, Magris o Baudrillard; y en los últimos años impartió magisterio, académico o vital, a nuevas promociones de cineastas/cinéfilos que le veían como un gurú heterodoxo, sabio y, desde luego, incapaz de «aburguesarse» como tantos colegas de su generación.
Nacido en un pueblo de Gerona en 1935, Jordà estudió Derecho en Barcelona, se afilió al Partido Comunista con 18 años y también realizó cine militante para el PCI en su estancia romana, si bien su trayectoria posterior fue independiente. Estudió en Madrid en el IIEC, el instituto que precedió a la Escuela de Cine, donde coincidió con la generación del nuevo cine español. Debuta en 1960 con el censurado documental «Día de los muertos», pero su notoriedad comienza cuando regresa a Cataluña y participa decisivamenten en el estallido de la Escuela de Barcelona, a la que aporta su título fundacional, «Dante no es únicamente severo» (1967), parte de su ideario y algunas frases memorables en la diatriba de la «gauche divine» contra el cine mesetario («Si no podemos hacer Victor Hugo, haremos Mallarmé»).
«Monos como Becky», «De niños»…
Establecida la Escuela, Jordà se marcha a Italia. Tarda cuatro años en volver y bastantes más en volver a dirigir, aunque hablamos de un cineasta con numerosos guiones de filmes ajenos en su haber (varios con Vicente Aranda) y más de una treintena de proyectos que no vieron la luz. Su nuevo enfoque documental del cine produce «Numax presenta» (1979), crónica de una fábrica autogestionada que retoma después en el último filme que llega a terminar, «Veinte años no es nada» (2004) y «El encargo del cazador» (1990), magnífico memorial de su colega de la EdB Jacinto Esteva. Dirige también ficción, el thriller «Cuerpo en el bosque» (1996), pero su gran aportación se centra en películas de no ficción como «Monos como Becky» (1999) y «De niños» (2003), que desbordan la concepción habitual del documental.
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