Siguiendo en la línea del discurso de apertura de Peter Sunde (Pirate Bay) en Transmediale 2015 quiero hacerme eco de este interesante artículo que Santi Eraso ha publicado recientemente en su blog. El post al que me refiero se llama «Democracia y acceso a la cultura» que podéis leer íntegramente en este enlace.
Este artículo me parece muy apropiado en los tiempos que corren: ya sea porque recientemente se acaba de firmar un nuevo acuerdo que regula nuestra vida cotidiana en la red como potenciales yihadistas (hasta que se demuestre lo contrario…) o porque internet bien merece un análisis crítico de lo que sucede en la red y especialmente en las redes (sociales), así como por la falta de sentido crítico en un «estado de las cosas» al cual alude Santi.
Sin embargo, como Joost Smiers y Marieke van Schijndel señalan en su libro Imagine… No copyright, desde que los recursos culturales y las obras artísticas se consideran sobre todo mercancía y se miden por su valor de cambio, el copyright (derecho de propiedad intelectual) otorga a las grandes industrias de la cultura un control casi absoluto y abusivo sobre el uso y distribución de una parte cada vez mayor de producciones artísticas; y en consecuencia dominan el mercado de las películas, canciones, novelas, series de televisión, obras de arte, diseño y otras formas de creación. Gozan de un importante poder para decidir lo que vemos, escuchamos, leemos, vestimos, consumimos y, claro está, determinan también lo que no podemos. Cierta tendencia a la uniformización de contenidos se impone cada vez más sobre la diversidad cultural. De esta manera, parafraseando a Hannah Arendt, el derecho a tener derechos quedaría, sometido a la hegemonía del mercado.
Estas palabras son completamente extrapolables y recomendablemente aplicables al uso y consumo de las creaciones sonoras y de la música en las plataformas que nos permiten escucharlas, publicarlas y compartirlas indiscriminadamente. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a establecer un equilibrio entre nuestras propias políticas de consumo personales y las políticas que defendemos? Ya no sólo es ser consciente de ello, sino aplicar el conocimiento que se desprende de un cuestionamiento y de un sentido crítico.
Sorprende que los partidos denominados progresistas, que en algunos casos dicen ser también anticapitalistas o, en otros, críticos con determinadas prácticas del capital, mantengan posiciones tan complacientes con este estado de cosas y se limiten a reclamar una simple limpieza de cara de las sociedades de gestión. Se echa de menos una fuerza electoral que en su programa, cuando hable de cultura, proponga diversificar mucho más y, desde luego, fiscalizar mejor las sociedades de gestión de derechos; incentivar la creación de otro tipo de asociaciones privadas u organismos públicos que garanticen los derechos laborables de los trabajadores culturales y su capacidad de organización colectiva o sindicación profesional; modificar las leyes de propiedad intelectual y de patentes; abrir cauces a todo tipo de licencias para romper el monopolio del copyright restrictivo y privativo; ampliar los márgenes públicos de acceso a los saberes; facilitar herramientas y medios para la producción y la reproducibilidad de los bienes comunes (al menos, para empezar, los de las instituciones públicas o financiados con recursos de todos); iniciar un amplio proceso pedagógico y social de cambio tecnológico hacia el software libre de código abierto, sistemas de acceso a la información pública de datos abiertos, comunidades guifi, etc.
Me parece especialmente sensible y apropiado este último comentario de Santi. Insisto: os recomiendo este texto, no sólo por las reflexiones que puede despertar sino por las posibles alternativas que propone. Gracias Santi!
Una estrategia de cambio realmente transformadora -porqué no decirlo, en este caso, revolucionaria- que, poniendo el foco en el bien común, pueda forjar un sistema cultural viable -incluido su mercado- en el que la propiedad de los medios de producción, distribución, promoción y difusión esté ampliamente repartida y en el que nadie controle por completo los contenidos de las manifestaciones culturales ni su uso mediante la propiedad exclusiva y monopolista de sus derechos.
DEMOCRACIA Y ACCESO A LA CULTURA por Santi Eraso.
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