Podríamos decir que la realidad que percibimos es simplemente una ilusión, nuestro cerebro recibe estímulos y los interpreta. Cuando vemos un rascacielos desde un avión sabemos que en realidad no es tan pequeño como parece, y cuando observamos un objeto en un espejo somos conscientes de que se trata simplemente de un reflejo, no de un duplicado. Normalmente, nuestro cerebro crea modelos que somos capaces de descifrar e interpretar de manera inconsciente e instantánea, pero en ocasiones la percepción falla y recibimos señales engañosas o contradictorias.
Las lagunas de la percepción visual son numerosas, en ciertos casos pueden llegar incluso a provocarnos problemas físicos o patologías, pero ha habido muchos artistas y científicos que han sabido aprovecharlas para entretenernos y asombrarnos. De hecho, uno de los entretenimientos más sencillos y fascinantes tanto para niños como adultos son los juguetes ópticos, que presentan ante nuestros ojos realidades inexistentes.
Un juguete óptico es básicamente cualquier tipo de dispositivo que basa su funcionamiento en un truco o engaño visual. La mayoría de estos juguetes proceden de los siglos XVIII y XIX, en los que fueron un entretenimiento muy extendido, primero como curiosidad científica y luego como juguetes para niños y adultos.
Uno de los juguetes ópticos más antiguos, y quizás también uno de los más conocidos, es la linterna mágica. A veces se señala al jesuita alemán Athanasius Kircher como su inventor, ya que la cita en su libro Ars Magna Lucis et Umbrae (1646), pero anteriormente ya había varios matemáticos, científicos y ópticos europeos investigando sobre el tema. Se sabe que el científico holandés Christiaan Huygens ya había desarrollado una linterna de proyección en 1659, aunque el primero en usar el término ‘lanterna magica’ fue el matemático danés Thomas Walgensten (1627-1681), quien además fue consciente de su potencial como espectáculo y viajó por toda Europa haciendo exhibiciones y vendiendo sus linternas. Aunque no sabemos con certeza cuándo se construyó la primera linterna mágica, la referencia más antigua conservada es una ilustración de 1420 de Giovanni de Fontana en la que se ve a un hombre proyectando la imagen del diablo, y en el año 1663 ya se vendía en algunas ciudades europeas.
Una linterna mágica se podría describir como un proyector de diapositivas rudimentario; en un primer momento simplemente proyectaban transparencias pintadas sobre placas de vidrio, pero con el tiempo se desarrollaron versiones capaces de mostrar ciertos movimientos jugando con superposiciones de imágenes similares. Existen incluso linternas de proyección con pequeños tanques de agua que mostraban imágenes abstractas en movimiento utilizando fluidos coloreados.
Ya en el siglo XIX, cuando estos juguetes se convierten en un producto de consumo bastante extendido, encontramos numerosos ejemplos. Uno de los dispositivos más sencillos es el taumatropo. Este juguete consiste en un disco con un dibujo en cada lado, al girar el disco con una cuerda atada en los extremos, ambos dibujos se funden creando la ilusión de que se trata de uno solo. El taumatropo fue popularizado en 1824 por John Ayrton, quien lo usó para demostrar ante el Real Colegio de Físicos de Londres que las imágenes que vemos se quedan fijadas en la retina durante unos instantes (teoría que la neurofisiología de la percepción contemporánea rechaza). El prototipo incluía una imagen de un pájaro en un lado y una jaula vacía en el otro, creando la ilusión de que el pájaro estaba dentro de la jaula.
El taumatropo fue muy popular en la Inglaterra victoriana de la época, pero en esa misma época ya circulaban por toda Europa juguetes visuales mucho más sofisticados, como el estroboscopio, el fenaquistoscopio y el zootropo.
El estroboscopio y el fenaquistoscopio son aparatos similares inventados en torno a 1830 que consisten en un disco con varios dibujos de fases de un movimiento y unas rendijas; al girar la rueda delante de un espejo vemos el movimiento, y no las imágenes fijas.
El zootropo es probablemente el juguete óptico más conocido, se trata de un desarrollo del fenaquistoscopio inventado en 1834 por William G. Horner, quien lo denominó Daedalum (aunque existen teorías que ubican el origen del aparato en China en el siglo II). En cualquier caso, no fue comercializado hasta la década de 1860, cuando se empezó a fabricar y vender casi simultáneamente en Inglaterra, Francia y Estados Unidos.
El zootropo es un cilindro con una serie de imágenes en su interior y unas ranuras en la parte externa. Al girarlo, vemos las imágenes a través de una de las ranuras, percibiendo una ilusión de movimiento. Como decía, se basa exactamente en los mismos principios que el fenasquistoscopio y otros dispositvos similares, pero en lugar de un simple mecanismo con unos discos se trata de un pequeño aparato un poco más sofisticado que facilita y mejora la ilusión. Posteriormente, el zootropo pasó también por algunas modificaciones que llevaron al praxinoscopio, que es muy parecido pero con un círculo de espejos.
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