Estaba buceando por uno de mis discos duros y he encontrado un documento de texto titulado Ruido que he abierto por curiosidad porque no tenía ni la más mínima idea de qué era. Resulta que es algo que escribí allá en junio del 2008, no recuerdo ni por qué ni para qué. Leído ahora me resulta bastante curioso, en parte porque es una de esas cosas que había eliminado totalmente de mi memoria, pero también porque no sé si acabo de entender muy bien lo que planteo yo misma, que como muchas cosas que escribo es una deriva entre fragmentos varios de ideas fugaces que no acabo de ser capaz de expresar muy bien con palabras (y seguramente ya hay mucha gente que las ha expresado mejor que yo). Pero bueno, como me ha resultado gracioso toparme con semejante cosa lo dejo por aquí:
Oír significa percibir sonidos, mientras que escuchar implica prestar atención a lo que se oye. Oír es un acto involuntario, un fenómeno fisiológico ligado a la percepción del espacio y del tiempo. Escuchar es un acto voluntario e intencionado. Oír y escuchar serían equivalentes a ver y mirar, pero con una gran diferencia, podemos cerrar los ojos, pero no los oídos. Sin embargo, la mayor parte del tiempo el sentido que impera en nuestra vida cotidiana no es el oído, sino la vista, tendemos a obviar bastante lo que oímos, a no ser que invada totalmente nuestro espacio y se convierta en ruido. Pero, ¿qué es el ruido? ¿Un sonido demasiado fuerte? ¿Un sonido que impide escuchar?
Si el ruido es un sonido que impide escuchar, la música noise no se basaría en la escucha, sino en la contaminación del espacio y en la dislocación del cuerpo.
Hace unos meses, al salir de un concierto de Carlos Giffoni una amiga me comentaba que se sentía como al salir de un baño de hidromasaje. En otra ocasión, después de ver a Alva Noto otra amiga me decía que había sentido las vibraciones del sonido en todo el cuerpo y que se sentía cansada, como si hubiese pasado por una experiencia física/mental de cierta intensidad. En un concierto de noise durante el Sonar del año pasado, me senté con un par de amigos al fondo de la sala y hubo un momento en el que los tres sentimos como si se nos girase el hígado. Incluso una vez alguien me explicó que una de las experiencias más intensas por las que había pasado había sido en una actuación de Zbigniew Karkowski, en la que había creído levitar.
En estos ejemplos, las sensaciones percibidas no fueron provocadas por la melodía, ni el ritmo, ni la armonía —los tres componentes intrínsecos a la composición musical—, sino por la vibración de las ondas sonoras y la intensidad del volumen, que niega al oyente la posibilidad de abstraerse. Según Roland Barthes, la base de la música es el ritmo, gracias al cual la escucha deja de ser pura vigilancia para convertirse en creación. De esta idea se desprende que no es posible la presencia de música en la ausencia de ritmo, pero creo que se podría decir que existe otro tipo de creación musical, la basada en la deriva, en el flujo inestable e inconstante. En ese caso, la principal función de la música ya no es sentimental, sino física, prescindiendo de los componentes puramente emocionales y/o intelectuales en favor de los corpóreos y/o espaciales.
Martin Heidegger pensaba que para oír un ‘ruido puro’ hay que adoptar una actitud muy artificial y complicada, porque lo que oímos no son ruidos indeterminados, sino concretos, como una moto o el viento. En el caso del noise sí oímos ‘ruidos puros’. No obstante, al alejarnos del papel tradicional del oyente y percibir el sonido como algo palpable, la actitud adoptada no resulta ni artificial ni complicada, lo sería si nos limitásemos a escuchar, en cuyo caso supongo que la experiencia sería simplemente molesta.
Es interesante también la diferencia entre la noción de ruido en la cultura latina y anglosajona, todo ello viene de la reforma protestante que fue esencialmente iconoclasta, eso permitió el enorme desarrollo de la música del barroco en el norte de Europa mientras el vaticano prohibía la ejecución de instrumentos musicales en música religiosa cantada en la capilla Sixtina. . . como contraparte a la iconoclasia protestante del norte, en el sur de Europa se potenciaron las manifestaciones visuales del arte.
Una anécdota, en cierta ocasión un grupo ecologista invitó a escoitar.org a grabar un río que cuidaban en Pontevedra, escuchando el río le comenté adrede a uno de los ecologistas que el ruido del río era muy interesante cuando pasa bajo un puente y el hombre muy sorprendido me dijo rotundo: ¡! nuestro río no hace ruido ¡!.
Esa connotación negativa del ruido no esta tan presente en la cultura protestante, yo mismo siento que la palabra noise designa una masa de frecuencias continua y coherente, mientras ruido lo interpreto más bien como una masa de frecuencias caótica y perturbadora.