Hace ya unos años que estamos siendo testigos del auge de las redes sociales online. Si no recuerdo mal, la primera en la que me registré fue MySpace, para abandonarla algún tiempo después por varias razones, especialmente su carencia absoluta tanto de usabilidad como de sentido estético, y por otro lado porque en general no es más que una especie de tablón de anuncios para que otros usuarios te dejen publicidad de eventos a los que no acudirías jamás (aparte de demás proposiciones absurdas, como decenas de ofertas de matrimonio de hombres maduros de países remotos con ansias de emigrar… ).
No niego que algunas de estas redes no tengan su utilidad, yo misma soy usuaria de Vimeo o Flickr, pero el caso es que la gran mayoría de estos nuevos inventos ‘sociales’ no son más que una manera de meterse en el bolsillo dividendos cuantiosos sin tener que generar contenidos —porque ya se molestan en generarlos gratis (o incluso pagándote) los cientos de usuarios que atraes. Sin olvidar tampoco, como leía hace poco en el blog de grupo numax, que “enmascararse y esconderse tras alias, lo habitual en los noventa, ha sido reemplazado por la urgencia de la visibilidad”. Lo cierto es que teniendo una par de cuentas en redes como Facebook o Twitter todo el planeta sabe quién eres, dónde vives, quiénes son tus amigos y hasta con quién te vas a la cama. No hace mucho, leía un comentario de un diseñador que cuando le interesa trabajar con alguna empresa busca el Facebook de todos los jefes y empleados y estudia hasta el más mínimo detalle de sus gustos y vidas para conseguir su objetivo.
Teniendo en cuenta todo esto, no es extraño que existan numerosas iniciativas artísticas y culturales que ponen en duda este tipo de ‘relaciones sociales’, como Antisocial Notworking, una web que recopila proyectos y textos en torno a esta temática.
The emphasis in these notes is to draw attention to how the production of non-antagonistic social relations has become central to economic production and social control. To take a typical target, the politics of Facebook, with its 59 million users, reveals how social exchanges are mediated by the wider culture and political economy. Personal information (ID and consumer preferences) is voluntarily submitted and can then be accessed by agencies reflecting pervasive viral marketing techniques, hegemonic corporate ownership and capitalistic economic principles – all designed to derive profit from friendship. Furthermore, the social relation is based on weak ties (as opposed to the relatively strong ties of peer production for instance) and an ‘unstable social contract’ between users and platform owners. That services are provided on the basis of latent profitability indicates the capitalist logic of producing value as cheaply as possible and making sure ownership is kept in the realm of private property. A closer look at terms of service agreements reveals more detail here and confirms that ownership is carefully managed. The contradiction is clear, as Michel Bauwens puts it: ‘The social web facilitates an unprecedented level of social sharing, but it does so mostly through the vehicle of proprietary platforms.’ In such ways, the social relation is produced in restrictive form.
Antisocial Applications: Notes in support of antisocial notworking
Quizás son mucho más atractivas las ventajas que pueden ofrecer las plataformas sociales que existen actualmente en Internet que las desventajas y sospechas que pueden despertar en los millones de usuarios, pero es un tema que da que pensar…
Leave a Reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.