¿Orquestrónica?
http://www.lavanguardia.es/web/20050615/51187060746.html
La hibridación de la música electrónica con las orquestas sinfónicas o con algo extramusical como la gastronomía son algunas de las experiencias que ofrece la programación de la nueva edición del festival
A menudo, lo que resulta fascinante en el plano sintético, en lo orquestal se revela burda sucesión de ritmos simplones y armonías de parvulario
ORIOL ROSSELL – 15/06/2005
Por segundo año consecutivo, la OBC sale al encuentro de la música electrónica bajo el auspicio del festival Sónar. Si en 2004 protagonizó el concierto de inauguración del evento con un programa donde se conjugó el repertorio clásico con la participación de Fennesz, Pan Sonic y Ryuichi Sakamoto bajo dirección de Ernest Martínez Izquierdo, este año será Pedro Alcalde quien lleve el timón de la nave sinfónica, en la que embarcarán también el rapero Doseone y Dj/rupture, ambos para intervenir en la música de Anton Webern, y el productor Richie Hawtin, más conocido como Plastikman, de quien se interpretarán dos piezas, con los arreglos de Alcalde y Sergi Caballero superpuestos.
Con estos experimentos la OBC se suma a una corriente internacional de investigación que en los últimos tiempos ha ahondado en la búsqueda de relaciones entre música electrónica y música orquestal. Un estudio impulsado, casi siempre, por el sector sinfónico más progresista, consciente de su pérdida de espacio en el espectro cultural contemporáneo. Sabido es que la electrónica hace largo tiempo que le ganó la partida a la (mal) llamada música contemporánea. Ya no en lo que respecta a la innovación en los ámbitos de lo formal y lo conceptual, que también, sino, quizá más relevante, en el profundo calado de su estética en el imaginario popular. Los timbres electrónicos, a menos de cien años vista de su invención, ya no sorprenden a nadie. La atonalidad, en cambio, sigue despertando extrañezas entre los no versados. No es este el lugar ni el momento para desentrañar el porqué de este fenómeno -que atañe tanto a lo social como a lo cultural, lo político e, incluso, lo económico-, pero se impone, partiendo de este axioma, la reflexión a propósito de los métodos empleados hasta hoy con el objeto de un posible discurso, llamémoslo así, orquestrónico.
Hasta la fecha, la mayoría de ensayos de esta índole han optado por la traslación de lo electrónico a un formato que le es ajeno, el orquestal. A la interpretación con resortes tradicionales de piezas concebidas con secuenciadores, samplers y software. Sin embargo, el principal conflicto que plantean estas dinámicas de traducción literal es precisamente ese: la literalidad. Resituado en un nuevo contexto medial, el discurso electrónico se desnaturaliza hasta tal punto que lo que en el plano de lo sintético puede resultar fascinante se revela, en lo orquestal, como una burda sucesión de ritmos simplones y armonías de parvulario.
En realidad, casi todo se reduce a una cuestión tan arbitraria, dada la ausencia de un canon consensuado, como delicada: la selección del repertorio. Cuestión que implica, dicho sea de paso, el análisis de las posibilidades estructurales y tímbricas de los temas a adaptar, de la existencia (o no) de puntos nodales que justifiquen la convergencia entre lo sintético y lo orgánico. Lo cual aparenta perogrullo, pero que amenudo parece olvidársele a más de un programador. Y de dos. No todo lo electrónico funciona en formato orquestal. Y, no hace falta recordarlo, viceversa.
Esto se hizo patente hace pocas semanas en Zaragoza, en el único concierto en España de la London Sinfonietta presentando su tête à tête con el sello Warp, hogar de próceres de la electrónica de alcoba como Aphex Twin o Squarepusher. Las adaptaciones de sus piezas, para más inri programadas junto a obras de Reich, Varèse y Cage, se vieron reducidas a meras tonadas que evidenciaron hasta lo sonrojante lo poco afortunado de la selección.
En este aspecto, quienes mejor parecen haber aprendido la lección son el ensemble berlinés Zeitkratzer, en activo desde 1997 bajo la dirección artística del pianista Reinhold Friedl. La dinámica de trabajo de Zeitkratzer se decanta por una relación más íntima y orgánica con la electrónica, en tanto que el propio compositor-intérprete -una figura esencial para comprender los cómos y los porqués de la electrónica en oposición a lo clásico- entra a formar parte eventual de la formación y complementa con su arsenal digital la ejecución de una pieza especialmente concebida para la ocasión. Esta idiosincrasia ha cristalizado en colaboraciones con creadores de tan distinto pelaje como Lou Reed, Carsten Nicolai (Alva Noto), Phill Niblock, Masami Akita (Merzbow) o Lee Ranaldo (Sonic Youth), casi siempre bajo el signo de lo excelso. Así pues, busquen las pistas de un futuro posible en registros como elektroniX (X-tract, 2005), el disco más reciente de Zeitkratzer, donde abordanp artituras de Bernhard Guenter, Terre Thaemlitz y Column One, entre otros. Porque el otro camino posible sólo se encuentra, glups, en Hooked on Classics.|
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