MANIFIESTO #ATMOSFERA::SUSTRATO_RUIDO
Pérez Pérez y Enrique Tomás
Madrid,
16 de octubre de 2007
Nos encontramos ya en la obligación de escucharle (al sonido) y aceptar sus condiciones irrevocables así como antes hemos aceptado las obligaciones del aire, del agua y de la energía. Ha llegado esta hora brillante en la que la aceptación del sonido es ineludible. La sordera previa había eliminado la posibilidad de aceptarnos a nosotros mismos en el medio. Quitémonos ya la mascarilla de aire de los oídos y llenemos nuestros pulmones de una gran bocanada de sonido. Nadie morirá intoxicado y descubriremos el bien que ello provoca en nuestra vida.
El ruido es un anticomún. Es un desecho de la actividad humana del cual nadie parece desear apropiarse. Es propiedad de todos porque también es todos nosotros. Es un recurso gratuito, libre e indomable, un tímido representante de la actividad humana que desaparece en el mismo momento que se manifiesta. Es pero no está.
El ruido ha sido acusado, sentenciado y acribillado por los ciudadanos con tapones en los oidos. Dicen que el ruido es el perturbardor de la cotidianidad sonora: provoca además depresión e impotencia. La ignominia se ha alargado tanto en el tiempo que el ruido se asocia directamente con la contaminación acústica.
No vamos a permitir este tipo de vejaciones por la falta de cultura aural de nuestra sociedad. Para ello es necesario redefinir la organización burocrática de los sonidos en nuestro medio ambiente para separar contaminación acústica y ruido.
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