1868 […] En Gracia, los republicanos federales fueron los que llevaron el cotarro. […] En el centro de la villa había una una plaza con un campanario, que empezó a tocar somatent. Lo tocó, al parecer, una abuelita, que había atado el badajo de la campana a una cuerda, que movía desde el balcón. Estuvo tocando non-stop durante los seis días que duró el motín. Se podría pensar que el ruido resultaba molesto, pero es probable que fuera más molesto el sonido de la artillería. El ejército se desplazó a Gràcia y ubicó las baterías en el actual carrer Provença, que aún estaba sin edificar. Se dedicaron a hacer puntería contra la campana, pero no acertaron ni una. […]
Los refuerzos no pararon de venir. Al final había más de cuarenta cañones y cinco mil soldados. Parecía la batalla de Okinawa, pero en realidad se trataba de una vieja tocando una campana y de cientos de jóvenes, mal armados, construyendo barricadas. La abuela, en todo caso, era una superabuela. No paraba. Parece ser que, por exceso de uso, la campana al final se agrietó. Su sonido ya no era tan campanero, pero daba el pego, y siguió sin dejar de sonar.[…] La campana que estuvo sonando no era otra que la campana de Gracia, símbolo republicano desde aquel día. Al mes siguiente apareció la revista La Campana de Gracia, una de las cabeceras más dilatadas de la prensa española, que llevaba ese título como homenaje al motín.[…] La campana que estuvo redoblando durante aquellos años fue un símbolo republicano en todo el Estado, hasta que en todo el Estado no quedó, snif, ni gota de memoria colectiva republicana. Se sabe que en 1929 la había. Aquel año, la dictadura de Primo de Rivera quiso retirar la campana, fundirla y, con el bronce, hacer algún elemento decorativo de la Plaça d’Espanya, o la cuadriga de Gargallo, en el Estado Olimpic, que aquí las fuentes difieren. Pero fue imposible retirarla, los parroquianos de Gràcia lo impidieron. En lo que que es una metáfora del signo de los tiempos, me he vuelto majara para saber si actualmente hay campana, y si la actual campana es la misma que en 1870, y no lo he podido confirmar, por lo que supongo que no.
Ah, sobre la abuelita que tocaba la campana desde el balcón hay que decir que acabó en la cárcel, en Alcalá de Henares. Cuando se proclamó la Primera República, Valentín Almirall pidió al primer presidente de la Primera república, Estanislau Figueres, que la liberara. Y, zas, lo hizo.
Guillem Martínez. Barcelona Rebelde. Guía histórica de una ciudad. Debate, Barcelona, 2007, Pág 207.
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