Estas cuatro mujeres tenían nombres. Anotadlos: Prudencia Acosta, María Antonia de la Purificación (conocida por sus vecinos como «Pureza»), Antonia Juntas Hernández («Antonia la Planchadora») y Antonia Gutiérrez Hernández. No las olvidéis. Fueron rapadas, agredidas, obligadas a beber el aceite del fascismo y exhibidas como vulgares trofeos de la jauría junto al estanco del pueblo. Sucedió en Oropesa, Toledo. Sí, aquí mismo.
Y fue justificado por los ideólogos y asesinos del fascismo, gañanes que se convirtieron en ejecutores, papanatas con aires de grandeza, acomplejados y víctimas de patologías que pondrían los pelos de punta, don nadies que de la noche a la mañana se vistieron con galones. Como Queipo de Llano, uno de los militares golpistas más salvajes, que en Unión Radio Sevilla, perteneciente a la Cadena Ser, exhortaba al atavismo y la violencia contra las mujeres: «Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y de paso también a sus mujeres […] Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen».
Las rapadas que nunca deberíamos olvidar. Agente Provocador
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