El piano optofónico es un instrumento óptico electrónico creado por el pintor futurista Vladimir Baranoff-Rossiné. Este protosintetizador proyectaba patrones en la pared o en el techo utilizando unos discos de cristal pintados por el propio Baranoff-Rossiné. Los discos giraban delante de una luz brillante combinados con filtros, espejos y lentes.
El teclado del piano movía los discos y los filtros. Las variaciones de opacidad eran controladas a través de una célula fotoeléctrica que reducía y aumentaba la intensidad de la luz usando un oscilador, lo que generaba cambios fluidos continuos. Aunque estaba pensado para actuaciones musicales, parece ser que el piano en sí no emitía sonido. Sobre este tema he encontrado textos contradictorios, no sé si es que existieron diferentes versiones con y sin sonido, pero por las imágenes que he visto yo me inclino por pensar que se limitaba al ámbito visual.
Baranoff-Rossiné utilizaba diferentes tipos de discos y filtros. Algunos eran prismas, lentes o espejos con colores planos, otros tenían elementos gráficos, como formas y líneas de colores. La posición del proyector, la forma de la pantalla y la simetría, movimiento e intensidad de las composiciones se podían variar, por lo que las posibilidades eran infinitas incluso utilizando un número de discos bastante limitado.
Baranoff-Rossiné comenzó a idear su instrumento en el año 1907, pero no fue presentado en público hasta 1922, recorriendo numerosas galerías de arte y teatros, entre ellos el famoso Bolshói. El interprete solía ser el propio Baranoff-Rossiné ayudado por su mujer, Pauline Boukour.
El concepto original surgió en parte de las ideas del compositor ruso Alexander Scriabin, quien había conectado la música con el color en busca de experiencias sinestésicas. Estos experimentos y teorías audiovisuales llevaron años más tarde a la creación del ANS, el ejemplo más conocido de este tipo de sintetizadores soviéticos, bautizado así precisamente en honor a Alexander Nikolayevich Scriabin.
El piano optofónico es contemporáneo del Clavilux de Thomas Wilfred y del Sarabet de Mary Hallock-Greenewalt, dos teclados inspirados en ideas similares que corrieron diferentes suertes en una época en la que había tantos conciertos que había que buscar una manera de llamar la atención con elementos extramusicales. En realidad, no es muy diferente a lo que ha sucedido durante las últimas décadas con la música electrónica…
Leave a Reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.