«Nuestros oídos son instrumentos y cuentan su propia historia. Yo estoy intentando encontrar, a mi modo, qué nos puede contar el oído». De esta manera tan poética se abre el podcast de Ràdio Web MACBA con Jacob Kirkegaard.
[audio:http://rwm.macba.cat/uploads/downloader.php?fichero=/uploads/extra/onlistening_research_%20Jacob%20Kirkegaard.mp3|titles=Proceso de investigación – Jacob Kirkegaard]Mi primer acercamiento a Kirkegaard fue en el festival Sonikas (Madrid) de 2007. Era la época de 4 Rooms, un retrato sonoro de cuatro habitaciones abandonadas (una iglesia, un auditorio, una piscina y un gimnasio) de la zona de exclusión de Chernóbil. Antes de eso, yo nunca había escuchado a Kirkegaard, ni siquiera sabía quién era, y fue una experiencia sonora, pero también emocional, física y, me atrevería a decir, casi mística. En el trabajo de Kirkegaard hay siempre algo que conecta con el vacío, pero no con el vacío, la nada, en un sentido nihilista, sino en el sentido de lo que al mismo tiempo es y no es, de lo que es al mismo tiempo plenitud y vacuidad. Porque el vacío no es solo el espacio donde no hay nada, es también el espacio donde, como no hay nada, puede llenarse de todo.
El vacío no es la nada absoluta, es la posibilidad infinita.
Kirkegaard comenta que le interesa mucho el espacio porque es una posibilidad para todo. 4 Rooms, tal y como explica él mismo, se grabó en espacios vacíos que están llenos de otra cosa: frecuencias, radiaciones, algo que hicimos mal, un accidente, algo que no debería haber pasado. ¿Cómo entendemos Chernóbil, el calentamiento global, Fukushima o la Barrera israelí de Cisjordania (algunas de las cosas que ha grabado Kirkegaard)?
«No grabo esas cosas para dar mi opinión, lo hago solo para escuchar, para dejar que esos lugares hablen. No quiero sonar muy esotérico, pero lo hago para abrir un espacio para escuchar, para percibir, para comprender esos lugares, para dar a la gente la oportunidad de sentir esos espacios sin tener que tener una opinión. Obviamente, son lugares muy cargados de todo tipo de cosas y es exactamente por eso por lo que necesito ser neutral». Como decía el director de cine Douglas Sirk, «si quieres instruir al público, estás haciendo una película mala».
El trabajo de Kirkegaard nunca transmite un mensaje o sentimiento específico, no quiere controlarte ni decirte qué deberías sentir. Si te da miedo, está bien. Si te hace feliz, está bien. Eso no significa que nosotros, o él, no tengamos una opinión sobre las cosas que pasan en el mundo, pero a Kirkegaard le gusta crear un espacio en el que simplemente podamos ser y estar, sentir y escuchar.
Escuchando esos lugares cargados de energía cambia nuestra percepción sobre ellos, pero al mismo tiempo podrían ser cualquier otro lugar. Kirkegaard bromea: «Quizá no he estado nunca en Chernóbil, ¿quién sabe?». Hay gente que en las grabaciones de Chernóbil escucha radiaciones o sufrimiento, porque introduce su propia historia y sus propias ideas en un sonido que por sí mismo no es nada. Son solo frecuencias, zumbidos, pero precisamente porque no es nada da cabida a todo tipo de interpretaciones.
Toda pieza artística, por muy naturalista que sea, pasa siempre por el filtro de su creador y de su espectador, y habla más sobre la percepción de estos que sobre el mundo.
Lo que interesa a Kirkegaard es grabar sonidos que no han sido compuestos, que no tienen significado y que no quieren ser piezas sonoras. Sonidos que están bajo, o más allá, de la superficie y que posteriormente son trasladados a otro marco. Muchas veces se trata de sonidos que no se escuchan in situ, grabados con hidrófonos o micrófonos de contacto. No estamos hablando de documentación, sino de descubrir lo desconocido, de grabar lo inescuchable, pero sin revelarlo, sin despojarlo de su misterio.
El sonido es algo que de por sí es abstracto, no como una pintura o una escultura, que sean figurativas o abstractas tienen una forma material. Aunque el sonido se basa, como el cine/vídeo, en el tiempo, al contrario que estos no se reproduce dentro de un marco, la pantalla. No ocupa un lugar. Está delante. Está detrás. Es invisible. Te rodea. ¿De dónde sale? ¿Cómo se mueve? ¿Por qué nos emociona? No escuchamos con los oídos, escuchamos con todo nuestro cuerpo, sentimos las vibraciones que nos atraviesan.
Pero el sonido es solo sonido. No quiere ser otra cosa. El sonido no es ni alegría, ni tristeza, ni cualquier otro sentimiento. El sonido es solo sonido. Lo que escuchas, lo escuchas porque está dentro de ti.
En el trabajo de Kirkegaard hay algo que roza lo místico y esotérico, algo que está más allá de la verdad y de la dicotomía bien/mal, blanco/negro, lleno/vacío; o interno/externo, porque nuestros oídos no se limitan a escuchar, también generan sonido, las llamadas emisiones otoacústicas, sonidos de baja intensidad producidos por el oído interno, otro de los intereses de Kirkegaard. Yo tuve la suerte de escuchar, y experimentar, una de esas piezas, titulada Labyrinthitis, en el CosmoCaixa de Barcelona, dentro del marco del Sónar 2013.
En esa ocasión, Labyrinthitis se convirtió en una instalación en la rampa interior del museo barcelonés, donde se creó una cóclea utilizando 16 altavoces (la cóclea tiene una estructura en forma de espiral, como la rampa que conecta el primer piso con el último del CosmoCaixa).
¿El oído es simplemente un agujero negro donde entra el sonido? Los agujeros negros emiten sonido y luz, no hay nada que funcione en un solo sentido, ni siquiera nuestros oídos. La mayoría de gente no escucha las emisiones otoacústicas, pero algunos sí las escuchan y creen que lo que están escuchando son tinnitus, sonidos fantasma, pero en realidad es un tono real.
No obstante, que todo esté filtrado por nuestros oídos y nuestra percepción no significa que no exista un mundo más allá de eso. Como dice Kirkegaard, pensar que si un árbol se cae en el bosque y no hay nadie para escucharlo no suena es una idea muy egocéntrica. Muchas de las grabaciones de Chernóbil, por ejemplo, fueron hechas sin estar Kirkegaard presente en la habitación. El sonido existió sin él, sin su presencia, solo en presencia del micrófono, que está muerto (¿o no?).
Kirkegaard habla también sobre el hecho de grabarse durmiendo, y grabar a otra gente durmiendo; un secreto, y un misterio, íntimo que no conocemos ni nosotros mismos. Aunque él no considera que su trabajo sea esotérico, hay algo en todos esos sonidos ocultos, en todas esas resonancias íntimas de cuerpos y espacios que a mí me remite a otro nórdico que sí es abiertamente esotérico: Carl Michael von Hausswolff.
Da la casualidad de que la primera vez que escuché a Von Hausswolff en directo fue precisamente en el mismo Sonikas en el que entré por primera vez en contacto con el trabajo de Kirkegaard. Pero si hablamos de esoterismo nada es casual, ¿no? Otro de mis podcasts preferidos de Ràdio Web Macba es «Componiendo con procesos: Perspectivas sobre música generativa y de sistemas #8.2», que incluye Cairo IV (undone), una grabación en bucle realizada por Von Hausswolff en el interior de la Cámara del rey de la pirámide de Keops (a partir de 01:18:55).
[audio:http://rwm.macba.cat/uploads/downloader.php?fichero=/uploads/process/cwp_08_02.mp3|titles=Componiendo con procesos: Perspectivas sobre música generativa y de sistemas #8.2]Estamos otra vez dentro de un espacio, esta vez con una carga claramente esotérica, en el que escuchamos la nada, pero la nada es el todo. Y de este todo ya hablaremos en otra ocasión…
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