Sinfonías silenciosas de las teclas de un «órgano», proyectadas en pantalla y aclamadas como el nacimiento de un nuevo arte
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El público se sentó en silencio en la sala oscura, esperando expectante. De repente, la pantalla brilló con unos colores suaves, sin acompañamiento de sonido. Lentamente fueron apareciendo formas definidas, con la modulación de las figuras evolucionando hacia movimientos circulares majestuosos. Su tono se intensificó y se fundieron de manera deslumbrante en un carmesí tornasolado, y de las formas cambiantes y agitadas surgió un ritmo lento. Floreció y creció una sinfonía de luz plástica y móvil. El clavilux, como llama Thomas Wilfred, su inventor, a este órgano, abre la puerta a un arte nuevo, la expresión del color y la forma en movimiento, que este artista-artesano cree que está destinada a tener un lugar como hermana de la música y la escultura. Hace mucho tiempo que esta era una visión de los soñadores, y el Sr. Wilfred ha actualizado el sueño y ha proporcionado el instrumento que lo visualiza.
La idea del «arte de la luz», según su inventor, tiene su origen en los ritos místicos del hombre prehistórico. El cavernícola, según Wilfred, solía lanzar conjuros mágicos a su tribu colocando antorchas en combinaciones extrañas alrededor de una hoguera. Por otro lado, en las ceremonias religiosas de la antigua China se utilizaban sustancias químicas para crear fuegos de colores llamativos. «Hace siglos, el sonido», afirma Wilfred, «ya se dejaba en las manos de un teclista. La luz ha tenido que esperar a los desarrollos ópticos y eléctricos de los últimos veinte años; pero el joven arte de la luz ofrece más posibilidades que ninguna otra disciplina artística, porque su medio es el mayor poder del universo, la fuente de toda la vida».
Este inventor empezó a experimentar con la luz durante su infancia en Dinamarca, creando arcoíris en las paredes con prismas hurtados de lámparas de araña. Más tarde, aprendió a proyectar formas de luz con una caja de puros. Al final, sus experimentos infantiles dieron como fruto el instrumento de acero con el que actúa hoy en día.
El clavilux tiene tres teclados y una recámara de luz triple que se corresponden respectivamente con el teclado y el arca de viento de un órgano de tubos. El teclado tiene unas teclas de disco que se mueven hacia y desde el operador generando colores y formas casi de la misma manera en la que un órgano de tubos genera sonido.
Cada tecla tiene 100 posiciones, lo que ofrece combinaciones de color y forma casi infinitas. La «música», o notación, se escribe en cifras sobre un pentagrama de cinco líneas, con tres pentagramas unidos, igual que se unen las claves de sol y fa para el piano, para ofrecer una «clave» para cada uno de los tres teclados. El acorde de color se representa con tres cifras, por ejemplo: «40-35-60»; y el movimiento de las teclas prescritas a las posiciones indicadas en la escala de números del teclado genera la figura deseada.
El artista se sienta en el teclado con la partitura delante. Libera la luz a través de interruptores. Al tocar las teclas, proyecta la luz en la pantalla, moldea su forma, hace que la forma se mueva y cambie de ritmo, introduce textura y profundidad, y finalmente inyecta un color de una pureza perfecta con diferentes grados de intensidad.
La luz se concentra en un haz que se proyecta a través de un dispositivo que genera formas con profundidad y texturas, y después es filtrada a través de pantallas de color. Entonces, en la sala oscura, a través de la proyección tridimensional del «órgano de color», la luz fluye desde las lentes de la parte trasera del instrumento hasta la pantalla blanca: «Crea una ventana en el espacio en la que unas formas de luz fluidas construyen composiciones fantásticas. Al verlo por primera vez, es como si la música no hubiese existido nunca y de repente escuchases los acordes de un violín. ¿Cómo reaccionarías? El oyente diría: «Sí, esto es agradable, pero ¿para qué sirve?»», explica el inventor.
«La música de luz es un arte, como la pintura, la escultura o la danza. Se puede utilizar en el teatro para intensificar las emociones de los actores, o para brindar lo mismo que la música en el cine. La luz, que es la fuente de toda la vida, es un medio de expresión artística maravilloso. Las composiciones de luz apuntan hacia lo abstracto. No tenemos imágenes de una rosa o de una puesta de sol, sino, en su lugar, la gloria de la puesta de sol, el espíritu de la rosa. Auguro lleno de confianza que dentro de unos años habrá «conciertos de luz» aparte de conciertos sinfónicos, operas y películas. Todo el mundo tendrá un órgano de color en casa, igual que ahora todas las casas tienen un piano o un fonógrafo».
«La primera pantalla de chorros verdes, derivando luego a manojos ondulantes, sugería la llegada de la primavera», comenta un crítico recordando sus reacciones ante el recital de color, «enfatizada por los colores espléndidos de un tulipán».
«La segunda composición nos llevó al cielo con la imitación del vuelo de un águila, mostrando las bellezas que se pueden ver desde esa altura escalofriante, una fantasía del realismo etéreo. La siguiente composición fue más rica y compleja. La única característica introducida aquí fue el cambio del fondo, para armonizar o para contrastar con los colores de las formas que se reproducían sobre él. Recordaba a la pompa y la gloria de las cortes reales más espléndidas de la tierra».
«Los colores traían con ellos sueños y visiones distantes, desplazándose y cambiando constantemente a medida que el artista tocaba las teclas».
Popular Mechanics, Issue: Apr, 1924.
Podéis encontrar las páginas escaneadas del texto original en Modern Mechanix
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