A continuación os dejamos este excelente artículo llamado «Proceso» y publicado en Sul Ponticello y firmado por Manuel Rocha Iturbide.
Mi interés en el Proceso Musical inició cuando escuché a Steve Reich por primera vez, allá por 1984. Al principio pensé que era un compositor minimalista como Philip Glass y Terry Riley, pero más adelante descubrí que no le gustaba que lo llamaran un “compositor minimalista” y se describía a sí mismo como un compositor de procesos. Me interesé por su música principalmente porque tenía una cualidad hipnótica. En aquella época, escuchar a Steve Reich era como meditar concentrándose en dos ritmos que lentamente se desfasan, o en una melodía que crece gradual y constantemente conforme se agregan nuevas células motívicas[2].
Aunque ya antes había usado algunas técnicas de Reich en varias composiciones que hice como estudiante de licenciatura, mi primera composición que fue un verdadero proceso de principio a fin fue Avidya[3].
En esta pieza electroacústica para dos pistas entendemos claramente el proceso que está ocurriendo, y tenemos una experiencia auditiva en la que percibimos muchos detalles de la microestructura de la composición[4]. En Avidya, el proceso trata de la destrucción gradual de la transmisión de todas las estaciones de radio, y en esta destrucción podemos escuchar los pequeños fragmentos quebrados, como si un antiguo mosaico pompeyano se hubiera despedazado y en los mosaicos rotos pudiéramos leer una imagen nueva y abstracta. Lo interesante es que mientras que algunas estaciones desaparecen gradualmente, otras persisten debido a las características de sus frecuencias[5]. Al final de la pieza, por ejemplo, cuando oímos el ruido blanco de la suma de cientos de estaciones a un nivel muy bajo en el volumen (el volumen se mide en decibeles dB), aún podemos escuchar fragmentos diminutos de un concierto para cuerdas de Mozart que se estaba transmitiendo en una de las frecuencias radiales[6]. También es interesante ver cómo la percepción del ruido blanco es completamente distinta en un nivel alto de dB y luego en un nivel muy bajo. En el nivel alto, percibimos el sonido como un avión que vuela cerca de nuestros oídos, pero cuando el nivel baja, uno gradualmente percibe el ruido blanco como una cascada de agua a lo lejos.
Steve Reich describe una experiencia interesante al generar o escuchar un proceso:
“Al ejecutar y escuchar un proceso musical gradual, uno puede participar en una especie de ritual especialmente liberador e impersonal. Enfocarse en el proceso musical hace posible el cambiar nuestra atención hacia el, hacia ella, hacia ti y hacia mi, y redirigirla hacia afuera (o hacia dentro) para centrarla más en el proceso[7]”.
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