Del 30 de enero al 13 de marzo de 2015 Inauguración: 29 de enero de 2015 (20.30 horas) Sala de Máquinas (Centro Párraga)
El eje de esta exposición que se articula en torno a una instalación sonora e interactiva que reacciona de manera acústica ante la presencia y los movimientos del espectador es el interés del artista por el hecho de penetrar y declarar lo oscuro, intrincado y de difícil inteligencia.
Planteado como un marco de análisis interdisciplinar entre la fisiología humana y el arte sonoro, el proyecto hunde sus raíces en los cuatro pasos de transducción y transmisión del sonido a través del oído, responsables de captar y transformar la energía mecánica en impulsos eléctricos. Con base en estos fenómenos, como ya se ha mencionado, Talavera propone una traducción icónica que desafiará nuestros sentidos y capacidades para percibir y procesar todo lo que ocurre dentro de nosotros. En este sentido, una de las principales motivaciones del proyecto es la de facilitar al público la comprensión inmediata de un acontecimiento común y oculto a la vista, así como sensibilizarle y lanzarle preguntas que le hagan reflexionar.
La instalación que da título a la muestra reacciona al input de todos los participantes en su desarrollo, esto es, detecta, muestrea y procesa la piedra angular de la comunicación humana: la voz (nada más entrar en la Sala de Máquinas, el espectador tendrá que pronunciarse ante un micrófono, generando una grabación que, de alguna manera, determinará el inicio y el final de la pieza). A través del habla del espectador y utilizando la voz como único recurso, bien en su sonido natural, bien transformado electrónicamente, la instalación logrará una inmersiva y poderosa secuencia de sonidos que delimitará con precisión hasta cuatro etapas audibles en relación a las pertinentes transducciones.
Durante la performance, por así decirlo, el cuerpo del visitante interactuará con el espacio y será objeto de análisis por parte de la obra, que hará de este parte de su contenido y creará un reflejo sonoro en múltiples formas. Los movimientos del espectador serán recogidos por sensores, se entonarán parcialmente con medios electrónicos y se amplificarán a un elevado volumen en forma de propiedades acústicas. Por eso, a medida que las personas se muevan por el espacio, lo percibirán como una sucesión de experiencias sensoriales, a menudo con una arquitectura cambiante.
Conviene subrayar que la instalación, pensada y diseñada específicamente para el Centro Párraga, es por naturaleza incompleta y experimental, nunca autónoma; necesita que la gente participe, que sea consciente de los efectos y las restricciones, y que la personalice. El espectador se verá llevado, por tanto, a abandonar su papel meramente contemplativo, zona de confort para algunos, y deberá adoptar un rol activo y presente. La interacción con la obra lo convertirá en un actor, un performer que ejecutará una serie de acciones libremente, a medida que buscará un diálogo con la instalación (entender cómo funciona, qué sucede cuando realiza tal o cual acción).
La instalación utiliza tecnologías de alto y bajo nivel, como micrófonos, tarjetas de sonido, plataformas de electrónica abierta, sensores, aplicaciones informáticas configuradas a medida y mecanismos robóticos. Si bien es cierto que la tecnología es universalmente insoslayable, el uso de esta se presenta, con toda intención, desde un contexto caracterizado por la vocación y la necesidad de crear, apoyar y desarrollar entornos interactivos en los que el contenido nace del público, propiciando la participación y la performatividad. Así, el proyecto sigue un vínculo reflexivo entre el papel activo del espectador y el uso de la tecnología en este tipo de manifestaciones artísticas.
Por su parte, las referencias históricas que se encuentran a menudo en la producción de Álvaro Talavera —entre las que se incluyen los conciertos audiovisuales de Ryoji Ikeda y las instalaciones interactivas de Rafael Lozano-Hemmer— siguen caracterizando una obra enmarcada y firmemente arraigada en un siglo de historia de la experimentación.
El proyecto Input cuenta con la colaboración de Pablo León Toro
RESUMEN BIOGRÁFICO DEL ARTISTA
A lo largo de su variada trayectoria artística, la producción de Álvaro Talavera (Murcia, 1992) se ha centrado en sensibilizar al espectador. Por un lado, muchas de sus obras cuestionan canales de participación ciudadana que, entre lo social y lo político, se sirven de la manipulación como instrumento principal; y por otro, proponen estímulos alternativos que dosifican estudios interdisciplinares.Situadas entre la intervención, la instalación site-specific, la performance y el arte sonoro, sus creaciones combinan proyecciones audiovisuales con entornos interactivos por los que el espectador puede transitar; a menudo tienen esa cualidad inmersiva y se plantean como un desafío al espectador con el fin de activarlo, de despertar sus sentidos a través de una intensa experiencia sensorial donde mezcla lo crítico y el goce estético. El contenido de estas se deriva de la participación por medio de tecnologías que son tanto invasoras como seductoras, y en ellas cobra una gran importancia la interactividad, puesto que se activan con la intervención del público.
Recientemente ha expuesto en el Museo de Arte del Bronx, en Nueva York, y ha realizado proyectos en colaboración con artistas como Franck Leibovici, Mattin, Espada y Monleón, Carole Douillard, Teresa Margolles, Adrian Dan, John Richards (Dirty Electronics), Weiwei Jin (Double Wei Factory) y Los Torreznos, entre otros.
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