En el año 1970, durante la llamada «Gran expedición» en busca de pruebas de la existencia del monstruo del lago Ness, el biólogo molecular Roy Mackal concibió un sistema de hidrofonía (micrófonos subacuáticos) que colocó a intervalos concretos a lo largo del lago Ness para realizar una monitorización acústica. Utilizaron cinco hidrófonos conectados a grabadoras de cinta magnética selladas dentro de barriles de acero. Los barriles flotaban en la superficie, anclados al fondo del lago, mientras que los hidrófonos colgaban conectados a través de cables de cientos de metros de largo. Cuando se detectaban sonidos subacuáticos, las grabadoras empezaban a registrar el sonido automáticamente.
Aunque las olas, el viento y las tormentas limitaban el acceso a los hidrófonos y parte del equipo se soltó y se perdió, unas semanas después algunas de las cintas grabaron unos sonidos inusuales. Los investigadores escucharon unos gorjeos que por la intensidad con la que habían sido grabados por el hidrófono más sumergido parecían proceder de una gran profundidad. Había también golpes y chasquidos indicativos de algún tipo de ecolocalización similar a la de las ballenas. Los chasquidos aumentaban y disminuían de intensidad y parecían proceder de varias fuentes. No eran sonidos mecánicos, sino llamadas producidas por criaturas vivas del fondo del agua. A continuación, se escuchaba un latigazo turbulento, como el movimiento de la cola de un animal acuático grande.
Algunos de los chasquidos fueron identificados como señales de un cable de teletipo que atravesaba el lago. Otros golpes, chasquidos y latigazos fueron identificados como sonidos de un animal ecolocalizando a su presa antes de matarla. Los ruidos cesaban cuando pasaba algún barco por la superficie del lago cercana al hidrófono y se reanudaban cuando el navío se alejaba a una distancia segura.
Expertos en la materia aseguraron al equipo de investigadores que ninguna de las formas de vida identificadas en el lago tenía las capacidades anatómicas necesarias para producir ese tipo de sonidos, admitiendo además que los sonidos grabados no eran de ninguna especie acuática conocida.
Los miembros de la expedición intentaron comunicarse con las misteriosas criaturas reproduciendo los sonidos de las grabaciones. En algunas ocasiones, el patrón y la intensidad de los sonidos de los animales cambiaban, en otras no observaron ningún cambio.
Una tarde despejada en la que Mackal estaba con el ingeniero Robert Love y su asistente Jeff Blonder haciendo las tareas de mantenimiento de los equipos de la grabación, Mackal observó a unos diez metros de distancia una turbulencia que parecía provocada por algún animal moviéndose hacia la superficie. En ese momento, vio aparecer el lomo de una criatura de color negro. La textura de la piel era similar a la de un elefante, no tenía ni escamas ni pelo. Cuando la criatura giró hacia la derecha, Mackal entrevió una estructura similar a una aleta triangular, llamó a sus compañeros y observaron la aleta durante un par de minutos, hasta que el animal volvió a sumergirse. Era demasiado grande para ser la aleta de un pez:
«Si es un pez», pensé, «¡vaya pedazo de pez! Hasta el día de hoy, cuando alguien me pregunta si creo que hay un monstruo en el lago Ness, se me gira el estómago. Sé lo que vi»… ¿Y lo que escuchó?
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