En Madrid me mata proponen firmar para intentar silenciar el estruendo navideño que provocan ciertos grandes almacenes, que no voy a mencionar porque todos sabemos cuáles son, en Madrid.
Ayer volvía a las 22 h. de la noche a casa y no cabía en mí de asombro. Saliendo del Cercanías de Nuevos Ministerios, de repente, una música atronadora ¿Concierto en el Bernabeu? Aquello no sonaba a rock de estadio, no, no eran Bruce Springsteen ni los Stones. Ni siquiera Shakira. Eran villancicos ñoños a todo meter.
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La música provenía de la fachada de [], que emite, además, señales lumínicas capaces de producir epilepsia hipnótica a todo el reparto de Wallking Dead.
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Gastos aparte y pasando por alto el sobresalto sensorial al que habitualmente nos someten con esta publicidad invasiva, que ya hemos incorporado a nuestra lista del dejar pasar por corriente, me sorprende que se pueda emitir música a las 22 h. a semejante volumen en la calle. En la misma ciudad donde para tocar un ukelele con sordina hay que pasar un examen oficial y proliferan las zonas de protección acústica.
Ilumináis las calles, ilumináis los negocios y apagáis las casas. Y ahora, además, nos quitáis la calle y nos dejáis sordos.
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