El sábado 11 salí de Vaciador 34 a las 02:30. Me había cansado bailando con lo que estaba pinchando Agnes P que tenía algo de Valencia 90’s y otras escenas de música de baile como las de Bélgica o Francia. Después de sudar así el último Larios a cualquiera le convences de que sales de un festival de «música rara», o bueno, quizá sí.
El principal atractivo de Zarata, organizado en esta ocasión por Miguel A. García y Tronic Disease, es además de los artistas invitados que mantienen un nivel bastante alto, el aparente despropósito en la programación, según el cual un concierto casi deathmetal es seguido por una performace de los más silenciosa después de un concierto de improvisación libre y con algún tema bailongo o una grabación de pájaros de por medio.
Pero ¿qué pinta el bakalao en todo esto? Podríamos pasarlo de largo, pero no.
Hay una cosa bastante irritante de la llamada «alta cultura» que es eso de separarse de la «baja cultura». Esto queda patente entre los «artistas sonoros» que se diferencian de los «músicos experimentales», por ejemplo. Esta alta cultura ha tenido a la música de baile como su enemigo acérrimo de siempre. No hay nada peor que el chunda-chunda para alguien que realmente sabe de música. De alguna manera, al negar el ritmo repetitivo (algunos dirán alienante), se asume que la música occidental avanza en una determinada dirección en la que no se necesitan estos recursos. En este viaje hay retrocesos, pero no hay vuelta atrás. La música va encaminada bien en paralelo al arte de vanguardia.
Aunque no todo va de unos contra otros podemos ver otro tipo de personas, las que ven que estos valores no dan para más y los mezclan con otros sin aparente ton ni son. Estos ni siquiera usan el término música sino que, plenamente orgullosos, hacen uso de terminología(s) que toman forma en los años 80 (que tampoco dan más de sí, seamos sinceros) y hablan de músicas raras.
Bien, podríamos decir que los primeros defienden una cultura unitaria, bien guiada. Los segundos una contracultura o una serie de subculturas. ¿Que pinta el Bakalao en todo esto? Ahora que incluso dentro de la música popular se habla cuestiones de clase, el bakalao, no digamos ya el reguetón o la cumbia, se han convertido en el caballo de batalla para tomar partido por los parias del gusto. Bailar bakalao es defender, aunque sea de manera impostada, que nuestra cultura está tan contaminada como todas las que occidente ha mirado por encima del hombro durante años. Que el arte sonoro, así sin fisuras, no nos interesa.
Pero como todo, las cosas no son tan simples, asistir al Zarata nos da para pensar sobre mas cosas. Aunque el evento se apoya en un centro autogestionado como es Vaciador, fuera del centro del centralismo en el barrio de Oporto de Madrid, el festival no está fuera de las fronteras del gusto. Como casi todos los que trabajamos en cultura, Zarata ha recibido en su edición en Bilbao alguna subvención, lo que es justo y necesario, por supuesto. Las subvenciones muchas veces van para quien las merece.
Bajo este escudo de lo raro, lo escaso, lo desigual, a veces parece que nos subestimamos a nosotros mismos, pero lo cierto es que muchas de las cosas que se pueden oír en este festival tienen antecedentes que bailan entre historias y tendencias. Allí se mezcla los contaminados de amateurismo con los universitarios de bellas artes contaminados también por los discursos académicos. Lo que se comparte es la actitud.
Foto de nathalie paco GELATINEPEZ
Viernes 10/10/2014
Dado que a la sesión de Dj Agnes P, ya le hemos dedicado unas palabras, pasemos a otras actuaciones que nos resultaron especialmente interesantes.
Si nadie le ha puesto nombre al futbolín con cuerdas de Eli Gras, desde aquí le sugerimos desde ya el de Futviolín, instrumento autofabricado que acompañó de otros objetos y guitarra para presentar un concierto muy interesante a un bajo volumen, en comparación con todo lo que la acompañaba. También hicieron un concierto remarcable Electric Landscapes of Rebelion con Edith Alonso & Antony Maubert, que acompañaron una batería de sonidos electrónicos de cambiante intensidad con voces que hablaban sobre las maravillas de la economía neoliberal en la que todos podemos ganar algo.
Noish nos aplastó con una luz en la cara y un estrobo para destrozar lugo un ritmo que llevó hasta una intensidad y un volumen al borde del dolor. Le siguió Amaia Urra, que se extendió en el noble arte de decir lo que se hace. Lo cual, como sabemos, no es precisamente fácil.
Foto de nathalie paco GELATINEPEZ
Sábado 11/10/2014
Genmaicha con Wade Matthews y Javier Pedreira parecáin entenderse muy bien, demostrando cierta complicidad y un organicismo que casi se hacía melódico por momentos. También l’Ocelle Mare, muy bueno, como siempre, con esa actitud de hombre orquesta que aguanta con contención una música que no es la que finalmente suena.
Y por último Andrealphus, grupo improvisado que reúne a varios de los participantes del festival para montar un concierto de deathmetal sin compasión. En esta ocasión los encargados de esto fueron David Area (electrónica), Txemi Artigas (bajo), Miguel Angel de Blas (guitarra), Miguel A. García (electrónica), Maria Jikuu (voz), Alberto López (batería), Marta Sainz (voz) y Fernando Ulzión (saxo). Aquí una pequeña muestra.
Vídeo de Javier Perez Aranda
Me parece una reseña un tanto floja. Personalmente creo que dice poco del propio festival y éste parece una excusa para hablar de otro tema (que por otro lado está más que superado en el Zarata).
Madre mía menuda sarta de subnormalidades.