Aunque este invento de 1902 tenga pinta de mesa de DJ steampunk (y en cierto sentido lo sea), en realidad estaba pensado para sincronizar sonido con películas.
A principios del XIX, la extensión máxima que podía tener una película con sonido sincronizado eran unos 60 metros, porque ese era el equivalente al máximo de tiempo de grabación que ofrecían los discos para gramófonos. Para solucionar el problema, el ingeniero Léon Gaumont montó dos platos de gramófono entre los que el operador debía cambiar lo más rápido posible para conseguir una banda sonora más o menos continua.
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El cronófono estuvo en fase de experimentación unos 9 años, hasta que en enero de 1911 se empezó a explotar comercialmente en una sala de cine de París. Su volumen era suficiente para un público de unas 4.000 personas.
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