Cuatro herreros golpean el hierro contra el yunque con sus martillos de diferentes pesos cuando Pitágoras, dice la leyenda, pasa por allí dándose cuenta de que el martillo de peso 6 producía el tono, otro con peso 12 producía la octava, otro con peso 9 la quinta y otro de peso 8 la cuarta. Así, se cuenta, nace la armonía.
Es seguro que en el taller de aquellos herreros no había ningún fuelle, ya que esté lo diseñó el chino Du Shi sobre el s. III a.C., y Pitágoras vivió entre los siglos IV y V a.C., pero posiblemente si lo había en la época de Diogenes Laercio, del mismo III, o de alguno de los otros biógrafos que adornó de relatos la biografía de Pitágoras hasta convertirla en un mito. La música, la escucha y el mito tienen mucho que ver.
El caso es que es muy posible que en la época en la que se pensó esta historia, ya hubiese fuelles metalúrgicos en la herrerías griegas y romanas, y curiosamente este aparato, por tender una conexión, ha sido el pulmón de la música occidental hasta hace no demasiado tiempo. Cuando entrevistamos Santiago Orta de Organería Navarra, nos hablaba de la desaparición del fuelle en el órgano, cambiado este por motor eléctricos que alimentan de viento el instrumento. Nos describía el funcionamiento de este fuelle, en el que una o varias personas tenían que mover el aparato.
El órgano del Monasterio del Santo Espíritu de Toro, en Zamora, es posiblemente uno de los más antiguos del la zona. Este convento nobiliar de clausura huele a s.XVI a cada paso, y parece que el órgano conserva el fuelle del s.XVIII hasta que se instaló un motor eléctrico de pequeñas dimensiones. Mientras que en otras ocasiones, el fuelle es incluso reconstruido, en este caso nos encontramos con uno meramente conservado y en uso hasta hace bien poco.
Leave a Reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.