Entre los días 4 y 6 de octubre fui a cubrir como parte de Audiolab el primer seminario europeo de estudios de sonido (ESSA), y además de algunas entrevistas, realicé esta crónica o reseña que se publica originalmente en el blog de Audiolab y que pego a continuación.
Cuando uno se sobrepone a la visión terrible de la reconstrucción del Palacio Imperial de los Hohenzollern, y a lo que ello significa, se acerca a la universidad Humboldt de Berlín, gracias a Audiolab y con la ayuda de NK Project, con la curiosidad propia, la desconfianza justa y las expectativas marcadas sobre que puede suceder en el 1º encuentro de la Asociación Europea de Estudios del Sonido (ESSA). ¿Qué pretende la universidad fijando, con resonancia esplendorosa, las distintas metodología trans-disciplinarias que se han arremolinado en los últimos diez años alrededor de lo que suena?
Lo que aparecía como un máster aquí, una asignatura allá, y una especialización en algún sitio más, se ha ido dibujando como metodología académica comparable a los Visual Studies, con sus cabezas visibles y sus temas troncales.
En el caso de ESSA, si tuviéramos que hablar de un tema central, deberíamos hablar de la transducción como centro del desarrollo de buena parte de los estudios presentados allí. Quizá se deba al desarrollo de este concepto que Jonathan Sterne realizó en Audible Past. Y quizá por esto hubo citas y más citas a este investigador a lo largo de Funtional Sounds, que en sus momentos más interesantes, revisó, amplió e hizo explotar el significado de transducción.
Esta idea expone que a un nivel estructural, la reproducción de sonido es poco más que la transformación de vibración en electricidad. Según el libro, también fundacional, Soundscape of Modernity de Emily Thompson, esta transducción eléctrica ha cambiado nuestra manera de escuchar y pensar lo que suena o el mundo a partir de sus resonancias. En el caso del trabajo de Thompson, esta transducción, al introducirse en la arquitectura de los teatros mediante la amplificación, cambió para siempre nuestra idea de resonancia hasta cambiar también las arquitecturas aurales, haciendo que el aislamiento anti-reverberante se entendiera casi como una necesidad.
La introducción de Functional Sound a mano de Holger Schulze, organizador del encuentro en su papel de coordinador del Sound Studies Lab, celebraba la transdiciplinaridad como una vía para el estudio teórico del diseño sonoro. No parece casualidad el tema elegido para el primer encuentro dado que el diseño y el branding sonoro comienzan a ganar posiciones dentro del ambiente académico y comercial. De hecho es posible que el ascenso de estos modelos de mercado, capitalización e instrumentalizació de los sonidos, sea algo que nos preocupa a todos.
Douglas Kahn realizó la conferencia de apertura a la vez que la presentación de su nuevo libro Earth Sound Earth Signal: Energies and Earth Magnitude in the Arts. El autor del histórico (y de difícil lectura) Noise, Water, Meat: A History of Sound in the Arts (MIT Press, 1999) y coeditor del más accesible e interesantísimo Wireless Imagination: Sound, Radio and the Avant-garde, (MIT Press, 1992), presentó un análisis desbordado del sonido en la cultura llevándolo, no ya a sus principios estructurales, sino a sus principios físicos. Kahn planteaba que el ascenso del electromagnetismo en la ciencia del s. XIX facilitó otras formas de pensar el sonido y que fue precisamente de la suma del electromagnetismo y la acústica de donde surgió la transducción.
De aquí se lanzó a analizar las relaciones del sonido con la humanidad como una fuerza entrópica, rozando y citando en algunas partes de su conferencia algunos principios de la Ontología Orientada a Objetos, es decir, la filosofía que trata de pensar los fenómenos del mundo sin situar la experiencia y existencia humana en el centro de ellos.
Desde este planteamiento de la física, las relaciones del sonido y del campo electromagnético por el que se transmite no son menos interesantes. Kahn exponía que este magma electromagnético es un espacio fundamental para la expansión neo-colonial, al hacer la tierra más pequeña. Las telecomunicaciones basadas en la transducción del sonido en electricidad, han hecho posible otra idea de imperio. De algún modo podríamos hablar de una política y una cultura sin hilos(wireless culture).
La otra keynote vino a cargo de Jason Stanyek, que se centró en algo aparentemente insignificante pero con connotaciones desproporcionadas: El control activo de ruido por cancelación. Estos sistemas son los que hoy llevan desde auriculares hasta teléfonos móviles, y que se desarrollaron para los auriculares de avión. Lo que hacen estos sistemas es captar el sonido que sucede dentro y fuera de la copa del auricular, y emitir unas frecuencias opuestas que cancelen la percepción de este sonido.
Este feedback inverso, se convierte en una defensa del oído, una barrera que vende el confort y el aislamiento como su mejor valor. Según Jason Stanyek, además del confort, este tipo de dispositivos están poniendo en valor la tranquilidad silenciosa (quiet, que se traduce a la vez como tranquilidad, privado reservado, reposo).
Por último Stanyek repasó el mito de Ulises y las sirenas, tantas veces usado en la cultura de la escucha, pero especialmente en lo que se refiere a los auriculares en el texto de Michael Bull Thinking about sound, proximity and distance in western experience the case of odysseus walkman. El enfoque de Stanyek, sin embargo, se centra mucho más en la idea de crear tapones que nos aíslen del ruido como onda, no tanto en la de crear una experiencia estética audiovisual a partir de la música escuchada en los auriculares.
Dada la organización del seminario, uno debía elegir entre distintas mesas, por lo que no sería justo juzgar el interés de las distintas charlas. Así que sólo destacaré una que me resultó realmente interesante a nivel personal. Se trataba de Melissa Jan Drie, investigadora que trabaja junto con Karin Bijsterveld en la Universidad de Maastricht y que ha desarrollado su estudio sobre el uso de los estetoscopios.
En esta ocasión venía a mostrar sus estudios en el Teatrophone, un dispositivo que permitía, antes de la invención del fonógrafo, hacer un streaming del sonido de la ópera. Llegó a haber una red de auriculares en salas de escucha de cafeterías y bares de París, que permitían escuchar en tiempo real, y mediante un sistema de radio por hilos, distintos espectáculos de ópera de distintos teatros, que uno podía seleccionar por un dial.
Este aparato, no sólo permitía hacer asequible la escucha de la opera, sino que proponía escuchar algo que no se estaba viendo interpretar en un espectáculo tan audiovisual como la ópera, a la vez que des-contextualizaba el espacio de escucha permitiendo hablar mientras se oía esta música.
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