En su momento, comencé a hablar de la poética de los espacios en este post donde hablaba de la capacidad de re-pensar los espacios a través de la poética que podemos encontrar en ellos. En este post quiero cuestionar el cómo se hace este ejercicio, porque no es lo mismo (como veremos) hacerlo de una forma que de otra y he tomado el caso de Chernobyl como ejemplo de las diferentes aproximaciones a un hecho histórico y de cómo estas producen un efecto u otro sobre el espectador y permiten o anulan las sanas y posibles reflexiones.
Posiblemente el caso más famoso en cuestión de accidentes en centrales nucleares sea el caso de Chernóbil en 1986. Se calcula que el accidente se cobró 100.000 víctimas mortales. La ciudad de Prípiat, que antes de 1986 contaba con 50.000 habitantes, sigue siendo hoy en día una ciudad fantasma, al igual que prácticamente toda la zona de exclusión de 4.300 km cuadrados, cubierta actualmente por la vida salvaje mutante. Hoy es un destino turístico, pese a las cantidades de radiación peligrosas para la salud, según varios estudios [pdf].
Desde entonces se han publicado varios documentales y películas, mostrando de distintas maneras la poética que contiene este lugar, con sus ruinas y las consecuencias del desastre. Recientemente se publicó este documental llamado La ciudad del fin del mundo que muestra de forma más o menos periodística lo sucedido, aunque no podemos negar que contiene una pátina sensacionalista que recuerda a otras líneas de interpretación especializadas en lo oculto, el misterio y lo sobrecogedor, como es el conocido programa de Cuarto Milenio. En el siguiente vídeo Iker y sus colegas tratan de sacar máximo partido a esa poética de la que él mismo habla sobre el minuto 9:30 y que muestra claramente su forma de interpretar Chernobyl.
En esta línea encontramos esta malograda película que contiene todos los tópicos posibles: Atrapados en Chernobyl. Sin lugar a dudas es uno de esos manuales de estilo para creadores de auras sobre la historia que personalmente me producen más risa que otra cosa. Si abordamos artísticamente espacios, como el de Chernobyl sobre los que proyectamos historias, memorias y recuerdos llenos de dolor y muertes, a través del drama conseguiremos despertar fácilmente la empatía del espectador manipulándolo. Evidentemente el efecto puede ser nulo en el caso de que se haga de una forma tan explícita como en la citada película:
Afortunadamente existen otras formas de abordar episodios de la historia, otros acercamientos que permiten reflexionar sobre qué podemos aprender de estos lugares, por ejemplo, escuchando sus sonidos. Pregunta que planteó Peter Cusack en su trabajo Sounds from dangerous places: «What can we learn of dangerous places by listening to their sounds?». Este trabajo es, en contrapartida, el claro ejemplo de un acercamiento honesto e inspirador.
La publicación contiene 34 grabaciones realmente interesantes, ya no sólo por dónde fueron realizadas, sino por su sonoridad y esto es algo que nuestros oídos agradecen. Este trabajo podría formar parte del «Manual del Buen Field Recorder» porque al mismo tiempo que juega con el hecho de hacer las grabaciones en determinados espacios también saca de ellos el máximo partido con un amanecer, ranas, viento, el sonido del caminar sobre los libros, canciones, poemas, el diálogo entre un cuco y el radiometro.
Cuckoo and radiometer, Pripyat
Power cable cackle
Chernobyl Frogs
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