La historia de la música visual va mucho más allá de las primeras películas abstractas de Oskar Fischinger y Viking Eggeling, y de todo el desarrollo posterior que han permitido las tecnologías digitales. Sin embargo, hay muchos personajes de esta historia que por una u otra razón casi nadie recuerda, y uno de ellos es Mary Hallock-Greenewalt.
Mary Hallock-Greenewalt era una de las hijas del cónsul estadounidense en Beirut allá a finales del XIX. Su padre, Samuel Hallock, era además inventor y editor, lo que es probable que influyese en el aprendizaje e intereses posteriores de Mary.
Mary se introdujo en el mundo de la música a través de las clases de piano que le daba su madre, y tras trasladarse a EE. UU. terminó estudiando en la Philadelphia Musical Academy, donde se graduó en 1893. Cuatro años más tarde, se fue a Viena para estudiar con Theodor Leschetizky, quien en aquella época era el profesor de piano más famoso de Austria.
Cuando Mary volvió a EE. UU un año más tarde, tenía 27 años. Se casó inmediatamente con el Dr. Frank Greenewalt y se dispuso a forjarse una carrera como concertista de piano. Entonces se topó con la cruda realidad, había tantos pianistas que los mánager no le prestaban ninguna atención. No era suficiente con tocar bien el piano, ni siquiera con ser un genio, había que ofrecer algo más que sorprendiese al público.
Mary estuvo sopesando el tema con calma y decidió que no estaba dispuesta a convertirse en un escaparate falso que escandalizase o llamase la atención, quería destacar por su arte, no por su cuerpo o por un personaje inventado para la prensa. Fue entonces cuando tuvo la idea de conjugar su música con color, creando un espectáculo audiovisual.
Durante los años posteriores, se centró en la construcción de un órgano de color. Aunque sus primeros experimentos en este sentido se iniciaron en 1905, no empezó a conseguir resultados hasta 1909. Su primera idea fue pintar película fotográfica y proyectarla con una linterna mágica. En una de las primeras anotaciones que hizo sobre el tema en sus cuadernos, habla de su «primer mapeado de secuencias de color para Y la luna bajó sobre el templo que fue de Debussy» (Design and Notes for Color Tints, Greenwalt Papers, The Historical Society of Pennsylvania). Resulta curioso que utilice precisamente el término «mapeado», uno de los más explotados actualmente en el mundo del arte digital.
La idea de la linterna mágica no llegó muy allá, pero en 1919 terminó de desarrollar un fonógrafo preparado especialmente para ser sincronizado con luces de colores. Sus investigaciones culminaron poco tiempo más tarde en lo que bautizó como Sarabet (en honor a su madre, Sara Tabet) y Nourathar (una combinación de los términos árabes nour (luz) y athar (esencia). El Sarabet era un órgano de color, mientras que Nourathar es el nombre que le dio a ese nuevo arte que combinaba sonido y luz.
El Sarabet era un instrumento similar a un órgano que se manejaba con dos pedales y una serie de palancas que activaban reostatos. Exigía que el interprete utilizase los dos pies y las dos manos, por lo que la música que acompañaba a los colores debía ser ejecutada por otra persona. Se presentó en 1922 en unos grandes almacenes de Nueva York, y más tarde se fabricó un segundo modelo para instalarlo en un jardín botánico. No obstante, nunca pasó de ser una curiosidad de la escena musical neoyorquina de la época.
Mary proclamaba ser «quien ha concebido, originado, explotado, desarrollado y patentado» la música-color (Nourathar, Mary Hallock-Greenewalt), y además afirmaba que el Nourathar mejoraba la salud, una teoría que la introduce ya directamente en el terreno del new age. La realidad es que los órganos de color no eran nada nuevo, existían al menos desde el siglo XVIII, y las teorías que relacionan el color/luz con el sonido son mucho más antiguas. Tanto el sonido como la luz son ondas, así que no es extraño que muchos científicos, desde Marin Cureau de la Chambre a Isaac Newton, se hayan preocupado por ese tema.
A pesar de sus delirios de grandeza, o de su ignorancia, quizá, no cabe la menor duda de que Mary siguió un camino insólito para una pianista clásica de principios del siglo XX. Sus dos grandes problemas fueron la serie de interminables pleitos legales a la que la empujaron sus patentes y la gran explosión del cine sonoro, que provocó que su invento no acabase de cuajar entre el público. Estos dos obstáculos la llevaron a terminar abandonando sus investigaciones.
Más información:
Mary Elizabeth Hallock Greenewalt and the Sarabet, The Historical Society of Pennsylvania.
NOURATHAR: An early 20th century color organ, Maurice Wright. [PDF, 3MB]
New ‘Color Organ’ to Interpret Music, The New York Times.
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