Hace poco, repensando referencias para pensar todo este fenómeno de las grabaciones en las plazas, spanishrevolution?, yesweklang, #salelsol… recordé la introducción de Jorge Luis Marzo en el libro de Gustavo Gili Fotografía y activismo. Cambiese Fotografía por fonografía, cámara por grabadora y foto por grabación y se verán resultados sorprendentes. ¡Incluso está aquí @putohelicoptero!
El texto competo puede leerse aquí.
En el año 2003, en el marco de una masiva manifestación celebrada en Barcelona en contra de las macropolíticas financieras y comerciales de gobiernos y grandes instituciones bancarias, pude ver una imagen sorprendente. Cuando la manifestación ya acababa, a la altura de la estátua de Colón, algunos individuos comenzaron a tirar petardos y piedras y a provocar abiertamente a la policía, que literalmente abarrotaba las calles aledañas con decenas de furgonetas. Enseguida empezaron las cargas, las carreras y el consabido follón. Apareció
también un helicóptero policial con grandes focos que se quedó inmóvil aleteando sobre el gran gentío allí congregado. Muchos espacios, un momento antes repletos de manifestantes, clarearon a causa de los botes de humo y las pelotas de goma que empezaron a correr por doquier. Sin embargo, en el centro de la avenida, un gran número de gente permanecía agrupada, sin saber a donde ir dado el caos que se desarrollaba a su alrededor. Allí dirigí mi mirada, semi oculto en un portal, mientras intentaba evitar que ningún policía la dirigiera
sospechosamente sobre mi.Mientras el helicóptero barría con sus focos la multitud, montones de flashes salían de aquel grupo mientras fotografiaban el aparato, al tiempo que gritaban consignas contra las fuerzas del orden y extendían el dedo corazón al aire. Una miríada de pequeños destellos se desplegó en el horizonte, incesantes y extáticos. Por un momento, pensé que se trataba de un contraataque de luz de decenas de cámaras digitales frente a los potentes haces esgrimidos por el helicóptero. Éste quedó sometido a una suerte de barrido estroboscópico. Su matrícula, grabada en su panza, pareció convertirse en un eslógan publicitario parpadeante. Me vinieron escenas de cine a la cabeza. La imagen era tan fascinante que me costó cierto tiempo salir del marasmo óptico. Y pensé, ¿por qué fotografiaban al helicóptero? ¿qué mecanismo se había desatado para que todo el mundo sacara su cámara y la enfocara contra aquello, en
aquel preciso instante? ¿se trataba de guardar un recuerdo del excitante momento? ¿de grabar el acoso policial? ¿de conseguir una hermosa instantánea pintada con un sorprendente juego de luces? ¿consistía aquel acto en un resorte de autoprotección, de la misma manera que se dice que los teléfonos móviles generan una gran sensación de seguridad? ¿o, a lo mejor, lo que ví fue en realidad un verdadero contraataque colectivo?
Días después, consulté algunas páginas web en las que grupos o individuos habían publicado imágenes de aquella manifestación. Y allí estaban. Mejor dicho, allí estaba… el helicóptero, rodeado de luz o cegado por sus propias luces al impactar en el objetivo de una cámara digital, de muchas cámaras digitales cercanas las unas a las otras. Una imagen prácticamente secuencial. Entre sus leves variaciones de encuadre, iluminación y resolución, finalmente uno se hacía con la secuencia del hecho. Pronto me vinieron pensamientos de la siguiente
guisa: ¿quién necesita a los fotógrafos de prensa y los filtros a los que están sometidos? ¿estamos ante la desaparición de lo objetivo en fotografía, tradicionalmente simbolizado por la sanción social que representa lo que aparece en los medios de comunicación? ¿o nos confrontamos a algo nuevo, a lo real fotográfico, a la constatación incontestable de lo subjetivo, que sumado en su conjunto es la realidad misma?
Leave a Reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.