Uno, que es una ansias, por querer verlo a todo muchas veces no ve ni la mitad. Esto pasó con los ciclos de proyecciones de Transmediale: Satellite Stories, entre los que estaba como imprescindible el titulado The end of the sound of the music que comisariaba Marcel Schwierin, alguien que ya había demostrado un especial sentido del humor con las proyección, por ejemplo, de The experience of fliehkraft.
El programa del sábado empezo con Die Angst die Macht die Bilder des Zauberlehrlings de Herbert Distel lo que posiblemente sea el mejor comentario audiovisual, que yo haya visto, sobre la sinestesia en el contexto occidental.
La película, compuesta de metraje encontrado, tiene dos planos narrativos, por una parte el ensayo de una orquesta y por la otra imágenes que se adecuaban al ritmo de la música sin estar referidas a ella. Lo que parecía ser un comentario sobre la incompatibilidad de las imágenes y los sonidos poco a poco fue tomando otro sentido.
La obra que se ensayaba era nada menos que L’Apprenti sorcier / El aprendiz de brujo de Paul Dukas, que pasará a la historia por la adaptación de Walt Disney para Fantasía. Así que sobre el metraje encontrado y la música interrumpida por las intrucciones del director, se sumaba un tercer nivel visual y sonoro: el de la película de Disney y el de la pieza musical de Dukas ya terminada. Así que mientras escuchabas y recomponías una melodía ya alojada en la memoria, y esa memoria activaba la imagen de Mickey Mouse y las escobas dale que te pego con el agua, en realidad estabas viendo imágenes de la fábrica de Ford y de Fiat en Turín, desfiles militares, los terrores del comunismo, publicidad de la época de la Guerra Fria y por supuesto agua, oleaje y catástrofes en el mar.
Tras un par de piezas no demasido reveladoras, se proyectó Stardust de Nicolas Prevost que ya enlazamos aquí. La primera referencia audiovisual que te venía a la cabeza eran las últimas películas de David Lynch ambientadas en Hollywood: Mulholand Drive e Inland Empire. Y cuando digo Hollywood, digo a la vez la ciudad y el terreno imaginario y simbólico de su industria del cine.
En esta caso, la película se ambienta en Las Vegas y la música de la película de Provost transmite la misma inquietud y sospecha que las de Badalamenti y Lynch, y como en sus películas, sólo se intuía el hilo de un relato que lleva a la estructura de la representación, pero no a niguna historia. Como expuso Michel Chión hablando de Lynch, es a través del oído, de la oreja del principio de Blue Velvet, desde donde se llega a lo real.
Nicolas Provost lleva un tiempo trabajando en esta descomposición y recomposición del cine. En este juego, en que la música y la banda sonora juegan un papel central, como puede verse en su página. Aquí dejamos un estracto de su primer largo L’envahisseur estrenado en 2011.
Leave a Reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.