«A través de la puerta cerrada se oía un tintineo duro, metálico. Pero no entendí a qué se debía hasta el día que bajé un gran libro de la estantería. Se trataba de «El paraíso perdido» con grandes ilustraciones de Gustave Doré. Ví que todas las estampas estaban cortadas. El ruido era el sonido de la tijera, cada vez que Max Ernst la volvía a colocar en la mesa»
Valentine Hugo sobre la creación de los collages de “Une semaine de bonté” de Max Ernst
El Sonido de la tijera
En las charlas que habitualmente daba William S. Burroughs a finales de los años 70 (del siglo pasado) a sus casuales alumnos del Jack Kerouac School of Disembodied Poetics, solía animarles a practicar la técnica del Cut-up con la ayuda de unas tijeras. El instrumento era importante, ritualizaba el proceso, convertía al escritor en un chamán y a unas simples tijeras en una daga ceremonial que devanaba las páginas, las palabras, las letras a fin de extraer un nuevo significado a lo ya escrito o quizás, si había suerte, desposeer al símbolo impreso de su apego al lenguaje como sistema externo, como virus inoculado a la raza humana en los albores del tiempo.
Esa es por lo menos la teoría que desliza en “The electronic revolution” ensayo de 1970 donde propone la neutralización de ese virulento compañero del hombre (el lenguaje) por medio de cortes, de repeticiones, de descontextualizaciones locas… Burroughs pretende abolir el nexo de las palabras y su significado inferido por alguna supra-terreste inteligencia a base de magnetofones, que por ejemplo, plantados en un bosque, graben y reproduzcan sonidos hacia delante, hacia atrás. Lo acompañamos con proyectores y con películas de índole sexual ¿Por que no?
Destruir el lenguaje, corromper su ritmo, extraer su sentido, esparcir sus tripas por todas partes. Val del Omar pensaba que lo más duro del lenguaje «es que con sangre entra» y que eso nos atenaza, nos amenaza, nos corrompe y nos uniforma. Nos raro que el de Granada utilizara el collage como arma para expresar sus ideas científico-poéticas. El collage, las tijeras, el texto reventado, todo es uno en su elementales, sobre todo en su banda sonora.
Entonces levanté la vista del libro (electrónico) y me dije ¿por qué no? ¿por qué no con video? ¿Por qué no usar las tijeras virtuales del editor de videos de Youtube? Ahí nacieron los Cut-up experiments.
Elegir una palabra (tag) o varias, buscarlas en el buscador de videos bajo licencia CC, elegirlos al azar, cortarlos al azar, re-ordenarlos… quiero decir desorganizarlos al azar y pulsar Publicar. Tuve la tentación de darle Play al previo para ver el resultado, pero preferí darle a Publicar, preferí esperar algo más, no tener capacidad de reacción, ver el resultado cuando el servidor de Youtube lo hubiera procesado. Sorprenderme. Hacernos daño.
Así ha sido con todos los Cut-up experiments, unos ofrecen resultados realmente interesantes, otros parecen arrojar nuevos puntos de vista a los temas a los que parecen aludir los tags elegidos, otros sorprenden por las fuentes usadas, pero no es más que una ilusión, de nuevo el virus del lenguaje intenta hacer legible lo que no es más que una maraña de imágenes y sonidos.
¿Y tú a qué esperar para recortar tus entrañas audiovisuales?
Este texto ha sido escrito por Malaventura y Pedro Jiménez, si es que te lo quieres creer.
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