Ayer me enteré de que existe el término sodcasting, que significa poner música utilizando el altavoz de un móvil (y supongo que por extensión en cualquier otro tipo de aparato), normalmente en el transporte público. Pues sí, resulta que esa cosa que suelen hacer mayormente adolescentes, concretamente adolescentes de cierto tipo que van en metro (al menos en la ciudad donde yo vivo) tiene un nombre.
Según la BBC, en Gran Bretaña esta práctica está generando una polución sonora considerable en el transporte público. En algunas ciudades, como Londres, la cosa ha llegado a tal punto que incluso está prohibido poner música en buses, metros y demás con teléfonos móviles y otros aparatos portátiles, y a los adolescentes les pueden retiran la tarjeta gratuita de transporte por esta razón. De hecho, el tema ha llegado incluso a discutirse en la Cámara de los Lores, aunque por ahora no hay ninguna ley nacional al respecto.
Pero, ¿cuál es la razón de este comportamiento juvenil? Según Harry Witchel, el autor del libro You Are What You Hear:
I don’t think it is intrinsically anti-social, what I would say is that it is a fascinating human phenomenon of marking social territory. With young people, usually loud music corresponds very strongly to owning the space. They are creating a social environment which is suitable for them and their social peers. But for those not in this group – a 50-year-old woman for example – instead of confidence, she’ll feel weakness and maybe even impotence as there’s nothing that she can do about it.
El presidente de Sound Agency, Julian Treasure, afirma que la solución no es legislar nada, sino enseñar a los niños a escuchar el mundo, y a escucharse unos a otros:
Legislation is not the answer, and nor is citizen power, as anyone who has ever approached a sodcaster to ask them to stop will know all too well. I believe the heart of the solution is in teaching listening skills in schools. If we teach our children how to listen properly to the world – and especially to each other – they will understand the consequences of their own sound and be far more responsible in making it.
De todas formas, también habría mucho que decir sobre la polución sonora del propio transporte público, tanto de los hilos musicales como de los televisores que hay actualmente en algunas estaciones. En los ferrocarriles de Barcelona, por ejemplo, hay unos televisores con un sensor que hace que cada vez que pase alguien por debajo suba el volumen…
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