El lenguaje no describe la realidad, la construye, así que cuando utilizamos etiquetas como ‘inmersivo’ o ‘interactivo’ no estamos constatando un hecho, estamos haciendo una apreciación subjetiva. Como ejemplo, voy a citar un fragmento de un texto sobre Francisco López que leí hace un par de años:
El soberano invisible se coloca justo en el centro, inmerso en su propio mundo, sordo a todo lo que pasa en el exterior. Está rodeado de seguidores sumisos, entregados y confiados. En la visión de López, los ciudadanos están con los ojos vendados disfrutando de los últimos minutos de su vida, esperando a ser ejecutados. El verdugo lleva una capucha negra. Los conciertos inmersivos de López transmiten una visión siniestra y sumamente pesimista, representan a la humanidad en su momento más oscuro y solitario.
Rinus van Alebeek – Das Kleine Field Recordings Festival
Si nunca habéis estado en un concierto de Francisco López, debería explicar que el autor del texto está hablando del público, al que normalmente se pide que se siente en el centro de la sala con los ojos vendados —la idea es experimentar el sonido sin ninguna distracción externa. Obviamente, cada cual es libre de hacerlo o no, así que no creo que el concepto principal tenga mucho que ver con nada siniestro o pesimista. Deberíamos intentar no confundir la libertad de movimiento del cuerpo con la libertad de movimiento de la mente. Como dice Lev Manovich:
(…) corremos el peligro de interpretar la «interacción» de manera literal, haciéndola equivaler a la interacción física que se da entre un usuario y un objeto mediático (pulsando un botón, escogiendo un enlace o moviendo el cuerpo), a expensas de la interacción psicológica.
El lenguaje de los nuevos medios de comunicación, Lev Manovich.
Actualmente, cuando hablamos de interacción —en relación a una pieza artística, un dispositivo tecnológico, un juego, una instalación o cualquier otra cosa— nos referimos exclusivamente a una interacción física, y ese es un gran peligro porque, citando a Manovich de nuevo:
Antes, podíamos mirar una imagen y seguir mentalmente nuestras propias asociaciones privadas con otras imágenes. Ahora, en cambio, los medios informáticos interactivos nos piden que hagamos clic en una frase subrayada para ir a otra frase. En resumen, se nos pide que sigamos unas asociaciones programadas de antemano y de existencia objetiva. Dicho con otras palabras: en lo que puede interpretarse como una versión actualizada del concepto del filósofo francés Louis Althusser de «interpelación», se nos pide que confundamos la estructura de la mente de otra persona con la nuestra.
El lenguaje de los nuevos medios de comunicación, Lev Manovich.
El hecho es que la inmersión es siempre interactiva, a veces simplemente en sentido psicológico y a veces también en sentido físico, pero la interacción, por sí misma, no es inmersiva. Cuando hablo de inmersión, estoy hablando de algo que va mucho más allá de nuestro cuerpo físico. Es probable que alguna gente sufra reacciones desagradables frente a ciertas piezas inmersivas, pero creo que forma parte del juego. Cuando nuestra mente va más allá de lo que conocemos, todo es posible, buenas y malas sensaciones. El mes pasado fui a un concierto de Marcus Schmickler, y fue como estar en medio de un bombardeo tremebundo, un amigo incluso lo describió como un viaje al infierno, pero fue una experiencia fantástica.
Personalmente, he tenido experiencias inquietantes en más de un concierto e instalación inmersivos —como en Intersection, de Don Ritter (en el vídeo)— pero intento pensar: relájate, disfruta y ya veremos a dónde nos lleva esto. Por supuesto, si la experiencia te resulta realmente molesta, eres libre de irte, nadie te obliga a aguantar nada.
Para acabar, me gustaría subrayar que no tengo nada en contra del arte interactivo, hay piezas muy interesantes que van mucho más allá del sentido más extendido y limitado del término. Lo que intento decir es que no debemos confundir la interacción con el simple hecho de apretar botones; y que podemos tener experiencias realmente inmersivas, interactivas, profundas y liberadoras incluso sin mover ni un dedo.
gran comienzo esa viñeta!
me ha gustado el texto