José Luis de Vicente es uno de los «sospechosos habituales». Editor del histórico Elástico.net y responsable de proyectos como Visualizar en Medialab Prado, Mediateca Expandida en Laboral o exposiciones y conferencias en Art Futura o Sónar. Ha sido colaborador del diario El Mundo sobre cultura y tecnología, escribiendo con regularidad en la sección diaria de información sobre Internet y en las secciones y suplementos de tecnología, cultura y tendencias. Actualmente escribe ocasionalmente en publicaciones especializadas.Desde 2003 imparte clases de diseño de interacción e historia y teoría de los nuevos medios en la Escuela de Diseño Elisava de Barcelona, entre otros centros. Hace unos meses, sin mucho rumbo y pensando en cómo «inaugurar» el rediseño de la web de Mediateletipos.net le lanzamos desde ZEMOS98 (en este caso estuve acompañado de Felipe G. Gil y Rubén Díaz) algunas preguntas que ahora forman esta especie de entrevista / conversación. Aunque sean sólo tres preguntas se tratan temas interesantes sobre la intersección entre arte, diseño, web 2.0 y esas cosas. Esperamos que la disfruten.
Lo del arte contemporáneo es un batiburrillo de etiquetas, que si software art, que si net.art, arte digital, que si video art, que si new media art, que si cibercultura, que si… ¿Qué etiqueta es la que «hay» que usar? ¿hay una etiqueta que englobe todo? ¿crees que esto esto tiene algún sentido? ¿cuando tienes que explicar a alguien que no está dentro de tu ámbito a qué te dedicas optas por decir algunas de estas etiquetas a riesgo de que se queden con cara de «qué-tío-más-raro»?
El problema de describir este ámbito de producción es en buena parte consustancial a su historia, y por eso la carrera por ir acuñando términos que se van desplazando los unos a los otros tiene ya décadas: de computer art en los 60 a arte electrónico más adelante, a multimedia e interacción, a arte digital a new media…y todos tienen algo de insatisfactorio y todos nacen de alguna manera marcados por la provisionalidad. Pero no veo que eso sea necesariamente malo.
De un tiempo a esta parte parece que New Media ha sido aceptado como un término válido para englobar tipos de producción muy distinta entre sí, con un cierto horizonte de permanencia. Pero todos sabemos que es igualmente problemático, que es impreciso en sus contornos (¿es el video new media? yo creo que no, pero… ¿es el soporte tecnológico lo que define el carácter de un medio?) y que está marcado por un contexto histórico que difícilmente trascenderá.
Pero a mi la cuestión de la etiqueta no me preocupa demasiado. La cuestión que me parece más interesante es la de defender o negar la misma existencia de este ámbito de producción, como algo cualitativamente distinto y diferenciable de los lenguajes, preocupaciones y estrategías de las artes visuales contemporáneas.
En un lado, están los que piensan que la pervivencia del “ghetto” del new media no le hace ningún bien ni al contexto de trabajo ni a los que trabajan en él, y ya no es relevante. Estoy pensando en Geert Lovink, que anima activamente a escapar del circuito Ars Electronica / Transmediale / ZKM… o en otros que creen que el new media fue un episodio histórico que podemos dar por finalizado, y que ya no existe algo que podamos llamar “new media”, sostenido por las instituciones que nacieron en los 80 y los 90 para identificarlo.
En el otro extremo, están los que se adscriben a la tesis de Ars Electronica del “takeover”; hay un contexto de producción que ni quiere ni está interesado en recibir la legitimidad de la Institución Arte, que crece en otros espacios y necesita de otras posiciones de interpretación y lectura. El acrónimo ACTS (Arte-Ciencia-Tecnología-Sociedad) me parece una buena manera de mirar a esta posición para recordar que los vectores que definen este espacio son otros y que, en definitiva, el arte de los nuevos medios es más que arte, y no será sencillamente asimilado por las instituciones con el tiempo, en analogía con la fotografía o el cine o el vídeo.
Y en medio están los conciliadores, los que creen que se puede y se debe entablar genealogías históricas que conecten a los nuevos medios con movimientos y manifestaciones del siglo XX y anteriores que ayudan a contextualizarlas y comprenderlas, y que intentan crear conexiones y entablar lazos entre las prácticas artísticas contemporáneas y los nuevos medios. Las exposiciones de Christiane Paul y Steve Dietz en Laboral, Feedback y Feedforward, son un buen ejemplo de esto.
Supongo que todos tienen parte de razón. Pero personalmente siento que las prácticas artísticas no tienen excesivo interés por si solas cuando no dialogan con otros espacios de producción de pensamiento, y pienso que los intentos por introducir en los espacios del arte contemporáneo y bajo las reglas de éste esta clase de producción raramente sale demasiado bien. La mayoría de producción que más me interesa -hay muchas excepciones, claro- no es muy satisfactoria ni funciona demasiado bien “siendo” arte contemporáneo. Así que creo que hay razones de peso para afirmar que debe ser otra cosa o que merece otro acercamiento.
Por otra parte, el ámbito de producción del arte cada vez me ha ido interesando menos porque cada vez ha sido menos el contexto de origen de las ideas que me interesan, así que no tengo tampoco una postura ferrea que defender en este debate.
Escribías un tweet en el que mencionabas «que igual en en esta década la tv se comió al cine, el diseño se comió al arte». Creemos que de esa aseveración podemos sacar varias preguntas, me aventuro a hacer algunas ¿podías explicar un poco mejor a qué te referías ? ¿realmente le interesa a la cultura digital el concepto «arte» como para que el diseño esté fuera de ese ámbito? ¿tiene que ver sólo con lo económico? es decir, que el diseño no se rija por las mismas reglas que el arte… no queremos que la respuesta vaya por el camino de lo aburrido que es el arte, lo que nos interesa es que aportes algo más de luz -y caracteres- a la idea del diseño como forma de expresión preeminente en esta década.
Siempre que sale esta conversación tengo que empezar con el disclaimer de que no me considero demasiado buen espectador de arte contemporáneo; no tengo paciencia para ciertas actitudes y no me interesan mucho algunas de sus preocupaciones. Dicho esto, me parece bastante obvio que el arte contemporáneo no es uno de los espacios de generación de ideas más relevantes en este momento. La última década, el discurso alrededor del arte contemporáneo tuvo que ver sobre todo con sus relaciones con el mercado.
En el diseño, sin embargo, pasaron cosas muy importantes. Los discursos de la sostenibilidad resaltaron que existe una conexión crucial entre los procesos y conflictos globales y la manera en que damos formas al mundo que nos rodea; la emergencia de ámbitos de trabajo como el Critical Design o lo que más recientemente se llama Design Fiction, pusieron el énfasis en que el diseño no trabaja ya exclusivamente sobre el desarrollo de soluciones eficaces, sino que hay una voluntad de entender los escenarios sociales y políticos en que estas soluciones se van a insertar. El éxito del llamado Pensamiento de Diseño introdujo las metodologías de éste en ámbitos inéditos, y disciplinas como el diseño de información se renovaron y se volvieron mucho más ambiciosas a través de su conexión con las ciencias de la complejidad, y de formas como la visualización de datos. La conexión diseño-ciencia, en general, se volvió mucho más fluida.
Todos estos factores han facilitado una comprensión distinta de lo que es el diseño, que no es nueva pero que está transformando como éste es percibido. Como dice Steve Jobs, diseño no es el aspecto que tiene, sino cómo funciona; y eso es extensible a todo, no sólo a la electrónica de consumo. El diseño hoy es sobre todo el desarrollo de estrategias (materiales, conceptuales, intelectuales) para la supervivencia.
Respecto a si en el contexto de la cultura digital -cuyas fronteras cada vez son más difíciles de establecer- tiene sentido una diferenciación entre arte y diseño, estoy de acuerdo en que no, no demasiado. Un síntoma de ésto curioso es que recientemente muchos de los proyectos expositivos más ambiciosos relacionados con el New Media han partido de instituciones o departamentos de diseño, como “Design and the Elastic Mind” en el MOMA o “Decode” en el Victoria and Albert Museum de Londres.
En general, el dónde trazamos la línea entre arte y diseño me parece un tema poco interesante, si no fuese porque para muchos esa línea es infranqueable, como los suplementos culturales que rara vez le dedican espacio -a no ser que se trate de arquitectura, una forma de diseño prestigiada por sus vinculaciones con el poder- y que envían al diseño a las odiosas páginas de «tendencias», manteniendo esta imagen superficial y prescindible que refuerza la percepción de que el diseño es una cosa de floreros raros. O los centros de arte que nunca pensarían en tener un departamento de diseño y arquitectura, porque eso es “otra cosa”. Me parece ridículo; es como si no se estuviesen enterando de la película.
Cuando te invitamos a la Facultad de Comunicación de Sevilla y te conocimos, nos deslumbraste exponiendo por qué 2005 era tan importante como 1995 para la web. Era la primera vez que escuchábamos eso de web 2.0. ¿qué significa ese término para ti después de estos 5 años?, ¿fue un punto de partida importante para tu trabajo posterior sobre visualización de datos? Pensando incluso en Reclaim the Spectrum, también estaba presente esa «fascinación» por cómo los datos nos pueden ayudar a entender el mundo, incluso esa parte del mundo que es invisible para nosotros…
El significado del término obviamente ha quedado teñido por sus asociaciones con los grandes agentes empresariales de la Web Social, los Facebook, Twitter, Youtube, etc… Quizás en el momento en que el término generaba más entusiasmo no imaginábamos que esta visión de una arquitectura relativamente abierta y relativamente participativa sería compatible también con un grado de concentración mediática, de comercialización y de capitalización que ni siquiera se alcanzó en la era punto.com; que la Web 2.0 era sobre todo una nueva «nueva economía».
No estoy seguro de que para mi fuese un punto de partida para mi trabajo sobre visualización, aunque siempre me ha interesado mucho uno de los elementos de transición de la arquitectura 2.0, que es la de sustituir el documento por el dato como unidad básica, y la de los flujos dinámicos de datos como elementos moldeables y expresivos, de alguna manera.
A lo que os referís cuando mencionáis también el caso de Reclaim the Spectrum creo que es más bien a encontrar maneras de visibilizar y dar forma a sistemas invisibles, que no podemos percibir a simple vista; diseñar estrategias para entender su funcionamiento y su impacto sobre nosotros. Esto sí que es uno de mis principales intereses. Me gusta mucho la noción de «macroscopio» de John Thackara, la idea de que podemos crear dispositivos que nos permiten entender el impacto global que resulta de agregar múltiples acciones individuales. Algunas de mis personalidades favoritas del siglo XX, como Charles y Ray Eames, Buckminster Fuller o Richard Feynman muchas veces trabajaban desde este punto de partida. Visualizar, el programa que realizamos desde hace 3 años en Medialab Prado, en cierta manera comparte este objetivo también.
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