El Arrebato era aquella abstracción temporal del espacio vivido. “¿Cuanto tiempo podías pasar mirando? […] estabas en pleno éxtasis, arrebatado”. Durante las conferencias del Sonic Acts XIII, más de un ponente expuso que nuestra percepción del espacio se basa en gran medida en nuestra medida del tiempo. Sirva como anécdota explicativa la película The Powers of Ten de Charles y Ray Eames.
Hay pocas expresiones más acertadas que el Arrebato para describir la inmersión en una actuación de Bruce McClure. Cuando los ojos se resecan y los oídos comienzan a doler, el espectador sigue vampirizado frente a esa fantasía analógica. Así lo analógico se presenta como base de una sinestesia extrema, donde el sonido de sus proyectores manipulados es transformado en ruido por medio de pedales de distorsión, en un clímax largo e inaprensible. El proyector de 16mm se hace herramienta creativa para hacer audible la luz y la sombra, mientras que la película usada se convierte en excusa de una actuación en directo, en la que el cineasta se sitúa entre el público. Así el elemento de reproductibilidad del cine se intercambia por lo inmediato y efímero del medio sonoro y en oposición a algunas manifestaciones que tratan de visualizar el sonido (esculturas o instalaciones) las proyector performances de McClure hacen audible la imagen.
En este sentido el sonido, el ruido, se transforma en medio de comprensión y conocimiento de la imagen, destruyendo, queriendo o sin querer, una tradición en la que la imagen, mediante la escritura o sus otros modos de arte, tendía a fijar el sentido del sonido y la música.
Evidentemente, este modo de usar lo audiovisual, esta posición de productor entre el público y esta preocupación por la experiencia de la gente, hacen de la obra de McClure un proceso inmersivo desarrollado en un espacio y un tiempo común al realizador y el receptor, rompiendo también la dinámica de exhibición cinematográfica y el papel del director como creador separado de su público. De hecho, McClure ni siquiera necesita rodar para realizar sus projector performances, porque aquellos fotogramas emulsionados producen también sonido.
SCOPE: Quizás después de ‘inmersivo’ el adjetivo más usado para describir tu trabajo es ‘intenso’. Cualquier parpadeo de luz sostenido es intenso, pero el volumen del sonido que creas puede ser extremadamente intimidatorio. Muy visceral. ¿Has visto alguna vez reacciones extremas a tus piezas?
McCLURE: Reacciones extremas… No sé si podría llamarlas extremas, pero he visto muchas reacciones. Normalmente los espectadores que sufren abandonan la sala antes de que me dé cuenta. La gente soporta las sirenas y los flashes circulares de los camiones de bomberos como puede. Hay personas que se tapan las orejas, otros van con tapones y otros añaden una capa de música. Yo he probado a usar binoculares y monoculares, a mover los dedos delante de los ojos a la misma velocidad que parpadea el obturador del proyector. Todo es una tortura, tanto si decides participar como si lo haces de manera involuntaria. Yo creo que es una experiencia de la naturaleza, como un día lluvioso o un ataque de vértigo al sufrir una ceguera pasajera por culpa del resplandor de la nieve.
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