Si hablamos de ‘arte inmersivo’, lo primero que vendrá a la cabeza de muchos serán piezas relacionadas con la realidad virtual, o quizás instalaciones aparatosas que intentan sumergir al público en otros mundos. No cabe duda de que todo eso está relacionado con la inmersión, pero también existen métodos y obras que consiguen crear espacios igualmente fascinantes acudiendo a herramientas mucho más sencillas; y aquí es donde entraría la Dreamachine.
La Dreamachine es un invento de finales de los años 50 que surgió a raíz de una experiencia alucinatoria del escritor Brion Gysin, quien el 21 de diciembre de 1958 escribía en su diario:
Hoy iba en bus hacia Marsella y tuve unas visiones trascendentales que eran como una tormenta de color. Estábamos pasando por una avenida larga con árboles y cerré los ojos mirando hacia el sol. Detrás de mis párpados explotó una avalancha sobrecogedora de colores intensos y brillantes: era un caleidoscopio multidimensional que se arremolinaba a través del espacio. Me salí del tiempo. Estaba en un mundo de números infinitos. La visión cesó abruptamente cuando dejamos atrás los árboles. ¿Qué fue esa aparición? ¿Qué me pasó?
En un primer momento, Gysin pensó que había sido bendecido con algún tipo de “gracia espiritual”, pero lo cierto es que había una explicación perfectamente lógica, que Gysin conoció al narrarle la experiencia a su gran amigo William Burroughs. Burroughs conocía las teorías sobre el funcionamiento del cerebro del neurofisiólogo William Grey Walter a través de su libro The Living Brain (1953), y gracias a eso fue capaz de darle una explicación racional: una luz que parpadea a cierta velocidad (como el sol tililando a través de los árboles) puede provocar alteraciones perceptivas similares a las que producen algunas drogas alucinógenas.
Con esta teoría bajo el brazo, Gysin acudió a Ian Sommerville, un estudiante de matemáticas de Cambridge que en aquella época era amante de Burroughs. Sommerville ideó una máquina capaz de provocar las mismas alucinaciones que había sufrido Gysin durante su viaje en bus. El diseño era muy simple: un cilindro de cartulina con unos agujeros, una bombilla y un tocadiscos de 78rpm. Con este aparato rudimentario, se consigue que la luz parpadee a una frecuencia regular de unos 8-12Hz, similar a la de los estroboscopios que se usaban en laboratorios como el de Gray Walter. El artefacto fue bautizado como Dream Machine (máquina de soñar), aunque Gysin lo cambió rápidamente a Dreamchine por cuestiones de marketing cuando intentó venderlo a Philips para su fabricación en masa.
¿Qué consigue exactamente semejante cacharro? Pues nada menos que provocar alucinaciones visuales, sumergiendo al espectador en un mundo de colores y formas sin necesidad de ingerir ninguna sustancia química.
Gysin veía en su invento un electrodoméstico creativo capaz de desbancar a la mismísima televisión, y soñaba con ver una Dreamchine en el salón de todas las casas. Lo cierto es que la multinacional Philips nunca llegó a interesarse demasiado porque temían que provocase ataques epilépticos, así que la Dreamachine acabó siendo poco más que una máquina idolatrada durante unos años por beatniks, hippies y demás elementos contraculturales. Hoy en día, ¿alguien se acuerda de ella?
Hoy en día, esa maquina funciona con leds y micro-controladores, pero el efecto es el mismo..
http://www.flickr.com/photos/servandob/2341988674/
Hombre. Pues salio un docu bastante chulo hace poco, asi que alguien se acordara.
Sí, Genesis P. Orridge y Kenneth Anger… Siempre hay alguien que se acuerda, obviamente, era una manera de decir que es algo que ha pasado más bien a la historia del ‘arte’ o del ‘new media’ de la que nadie se acuerda que a la recuerdan todos.
En la expo «see this sound» que estuvo desde Septiembre a Enero en Linz (Austria) estuvo expuesta la Dream Machine, dando vueltas y con unos cojines hippies alrededor para tirarse.
Yo la probé durante unos minutos, y aunque no era la atmósfera para alucinar…. me lo pasé bien, sí.