«Hay una radio pirata, una radio pirata, al lado de Radio Agricultura, dando proclamas a la gente de la Unidad Popular.»
En «Encuentros con los años 30. Ruido de una década», una cápsula para RRS, la radio del Museo Reina Sofía, nuestro compañero de ./mediateletipos))) José Luis Espejo argumentaba que el desarrollo de tecnologías de amplificación y transmisión radiofónica fueron fundamentales para las grandes dictaduras europeas de las primeras décadas del Siglo XX. Sin sistemas de sonido que permitieran celebrar grandes mítines, sin emisoras de radio que llegaban a todos los hogares, ni Hitler, ni Mussolini, ni Stalin hubiesen podido estbalecer el control social que sostuvo sus regímenes.
Es lógico, por tanto, que cualquier toma violenta del poder requiriera no solamente tomar los centros de mando y logística del oponente, sino también neutralizar y silenciar sus medios de comunicación.
Así, hace exactamente 41 años, el 11 de septiembre de 1973, durante el golpe de estado contra el gobierno de Salvador Allende, mientras las tropas golpistas tomaban posiciones para asaltar La Casa de la Moneda en Santiago de Chile, en el espectro radiofónico se libraba otro combate.
La grabación que abre esta entrada pertenece a una interferencia en las comunicaciones radiofónicas de los cinco puntos de mando del ejército golpista durante los preparativos al bombardeo y la toma de La Casa de la Moneda. Las conversaciones – entre operarios, al igual que entre los generales Pinochet, Leigh, Carvajal – desvelan que en aquellas horas tempranas del 11 de septiembre, para los golpistas era tan vital asegurar su control militar sobre su objetivo como allanar las transmisiones de cualquier emisora leal al gobierno. En cierto momento, se identifica una radio leal a la UP, «una radio pirata», y se piden medidas para hacerla callar.
Al mismo tiempo que se intenta silenciar la comunicación del oponente, la grabación también recoge el delicado proceso de consenso y redacción de lo que sería el primer bando de los golpistas (emitido unas horas más tarde por Radio Agricultura; esta emisión, así como otras emisiones radiofónicas durante ese día, está archivada en esta sección de la Biblioteca Digital del Museo de la Memoria de Chile); se trabaja, simultáneamente, en preparar la proyección de la imagen propia de lo que pronto sería una dictadura de 17 años. Contrastada con los bandos «oficiales», esta grabación desvela el proceso de fabricación de un discurso, y hace entender lo frágil e insustancial de la retórica del régimen por venir.
Según «Páginas en blanco», la grabación – que circula bajo el título de «Interferencia secreta» – fue hecha pública por primera vez, en forma de transcripción, en 1985, en la revista «Análisis», y circuló, en la segunda mitad de los 80, en formato de cassette, publicada por el sello Alerce:
«Doce años después de ese día 11 de septiembre de 1973, la revista Análisis en un histórico documento, como la misma lo denominó, dio a conocer por escrito, en todo sus detalles, los diálogos mantenidos ese día entre los diferentes puestos en que se encontraban ubicados los militares que ordenaron y dirigieron el golpe. Allí se encuentra el verdadero contenido del pronunciamiento, expresado por ellos en toda su crudeza.
Más tarde, en 1998, en el libro «Interferencia secreta. 11 de septiembre de 1973″, además de reproducir esos diálogos, la periodista Patricia Verdugo los comenta y los relaciona con los acontecimientos que se suceden, minuto a minuto, dentro y fuera de La Moneda, uniéndolos con las reacciones y sentimientos de aquellos que estaban junto al Presidente Allende y que lo acompañaron hasta su destino final. Pero, más aún, la periodista no sólo transcribe los diálogos y rescata los acontecimientos sino que, a esta publicación, adjunta un disco compacto con la grabación íntegra de los diálogos auténticos de los militares.»
A pesar de su relativa popularidad, desconozco por completo quién realizó esta grabación, cómo lo hizo, y con qué fin. Ciertas cualidades de la grabación (el zumbido de fondo, los cambios bruscos de velocidad, el continuo wow and flutter) hacen pensar en una grabación realizada en cinta de magnetofón. Es poco probable que la interferencia se hiciera desde La Casa de la Moneda (que, en aquellos momentos, solo pudo contar con una emisora de radio cercana, y durante muy poco tiempo), y es poco probable que en la zona de combate hubiera civiles con el equipo y los conocimientos necesarios para interferir mensajes cifrados entre nada menos que los puestos de mando principales en plena operación militar.
Tampoco es probable que la grabación se hiciera desde el propio bando golpista: lo que desvela la cinta es un relativo caos en el que es poco probable que hubiera tiempo para pensar en registrar las comunicaciones internas. El tono y contenido de las conversaciones tampoco parecen ser de personas que se supieran grabadas. Aprendemos, por ejemplo, que el bombardeo aéreo se retrasa durante un par de horas, pero no para dar tiempo a evacuar los civiles y las mujeres del edificio; simplemente, resulta que se ha perdido contacto con las Fuerzas Aéreas y nadie, ni siquiera Pinochet, sabe dónde están las escuadrillas de aviación. Pinochet sale especialmente mal parado aquí; al contrario del tono seco pero resolutivo de los generales Leigh y Carvajal, él parece estar a punto de caer en la histeria total, y se revela muy lejos de estar en control de la situación. Sin lugar a dudas, si esta grabación hubiese caído en manos del régimen, hubiese sido destruida como tantos otros documentos de evidencia.
«Necesito que me saquen al aire inmediatamente, compañero»
Mientras tanto, en la trinchera contraria del combate radiofónico, Radio Magallanes (la «radio pirata, al lado de Radio Agricultura», que habían identificado los golpistas), sigue emitiendo. A esta emisora es a quien debemos la emisión de dos discursos de Salvador Allende, el segundo de los cuales, incrustado arriba, resultó ser el último discurso que daría. Tanto la grabación, como su transcripción, ha circulado mucho por la red.
Al contrario que la primera grabación, el relato de cómo se salvó el registro de esa última alocución de Allende es bastante más conocido, aunque no carente de cierta controversia. Hasta hace poco, la salvación de la cinta se atribuía al periodista Hernán Barahona, pero, al parecer, aunque esta versión fue refutada en 2011:
«Guillermo Ravest fue quien se dedicó junto con el radio controlador Amado Felipe a hacer numerosas copias del histórico discurso en pequeñas cintas magnéticas y fue él también quien las sacó del local de la radio, con evidente riesgo para su vida.»
… y, al parecer, según los documentos asociados de este artículo, hizo falta que el Tribunal de Ética del Colegio de Periodistas tomara cartas en el asunto.
En el mismo artículo, Guillermo Ravest nos da un testimonio pormenorizado de cómo fue aquel día en Radio Magallanes:
«La madrugada anterior, fuerzas del Ejército habían dado inicio a la “Operación Silencio”. Allanaron e inutilizaron las plantas transmisoras de las radios de las universidades de Chile y Técnica del Estado y la Luis Emilio Recabarren, de la CUT. Entretanto, encabezadas por la emisora de la SNA, la red nacional de las Fuerzas Armadas de Chile atronaba con sus bandos y oficializaba radialmente el golpe militar. Por sus sostenida connivencia con la sedición sólo el Canal 13 dominaba las pantallas. En ese clima nos dimos cuenta que habíamos quedado solos en el aire. Recién habían sido acalladas la Radio Corporación, dirigida entonces por el Partido Socialista; la Portales, que venía navegando entonces la tortuosa ambigüedad de Raúl Tarud y la Sargento Candelaria, partidaria de la Unidad Popular.»
(…)
«Había ido a buscar un cigarrillo a mi oficina cuando, inesperadamente, sonó la Plancha. Éste era el nombre que dábamos al teléfono a magneto, accionado a manivela, que nos comunicaba directamente con el despacho presidencial de La Moneda. Los golpistas ya habían amenazado bombardear el histórico palacio de gobierno. Contesté el llamado telefónico. Era la inconfundible voz del Presidente Allende.
– ¿Quién habla?
– Ravest, compañero…
– Necesito que me saquen al aire, inmediatamente, compañero…
– Deme un minuto, para ordenar la grabación…
– No, compañero. Preciso que me saquen al aire inmediatamente, no hay tiempo que perder…
Sin sacarme la bocina de la oreja, grité a Amado Felipe –quien se encontraba al frente de las perillas del control en el estudio- que instalara una cinta para grabarle y a Leonardo Cáceres, que corriera al micrófono a fin de anunciar al Presidente. Allende debe haber escuchado esos gritos. Le pedí: ‘Cuente tres, por favor, compañero, y parta…’»
A partir de allí, el periplo de Ravest – y de las cintas con la grabación del discurso de Allende – pasó por refugiarse durante más de una semana en la embajada de la República Federal de Alemania, tiempo que aprovechó para hacer llegar copias de las cintas a todos los corresponsales extranjeros que pudo. Finalmente, en 1974 se exilió, junto con su familia, a Moscú, donde permanecería hasta 1983, trabajando en una nueva edición de Radio Magallanes, eso sí, esta vez, junto con el programa Escucha Chile, parte las emisiones de contrainformación soviéticas. Una de las primeras emisiones de Escucha Chile consistió en el discurso de Allende, en varios idiomas.
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