Sintiéndolo mucho, no puedo evitar ver un paralelismo entre el ruido de un motor con la demostración acomplejada (o triunfal, que da igual) de lo masculino. La fórmula 1 y las motos son esa cosa de machos para machos, como bien lo indican las mujeres sombrilla que pululan en las competiciones. Ahora parece que han descubierto que el ruido tiene un papel en todo esto.
La fórmula 1 es algo más. Hay pocos dispositivos tan interesantes. ¿Cuantos sonidos distintos produce una carrera? Los coches, claro, pero también el público, las comunicaciones de radio, la retransmisión de prensa y ya si nos ponemos, los datos. Todo ello es, sin duda, el gran espectáculo del mundo actual, más representativo del capitalismo liberal, si cabe, que el fútbol.
La fórmula 1 es la dramatización de la utopía cibernética, aquella de la que tan bien han hablado Tiqqun o Adam Curtis. Y es drama, teatro vaya, porque hace heroico el entramado circulatorio en que estamos atrapados a diario, en entramado de circulación de datos, cuerpos y mercancías.
Por la formula 1 no ha pasado la distopía, ni lo post-indutrial, ni los post-fordista: la utopía cibernética se ha saltado esta etapa de la historia del s.XX para perpetuar sin complejos el culto a la gasolina.
¿Hay algo que reproduzca ese mundo de los 50/60 americano o italiano? Los hombres ricos, la moda, los coches, las mujeres florero/sombrilla.
Y por otra parte esa fascinación que ofrece lo podrido, como una mascletá, una verbena, como el sonido de la guerra, el sonido de estos coches produce una fascinación morbosa. Un sentimiento que baila sobre aquellos de los sublime y el asco de muy principios del XIX, cuando la filosofía estética comenzaba a sentar las bases de la apreciación del arte.
Así que ¿Que puede sentirse, o mejor, que podemos pensar al escuchar estos sonidos?
Dicho esto, Reproduzco aquí un artículo sobre el sonido de las fórmula 1.
Fuera los tapones. Nada de auriculares para proteger los oídos. Salvo los nostálgicos o los más sensibles, claro. Los rugidos de los monoplazas son ahora tímidos maullidos. Incluso los bólidos de la Porsche Cup tienen argumentos para ridiculizar, con sus estridentes acordes, los ahogados gritos de los nuevos motores V6 de la F1. Los monoplazas pasan por la recta principal ante la mirada condescendiente de los aficionados de la tribuna de Sepang. Poco o nada queda de aquella especie de mascletá. Hoy el estrépito ronda los 100 decibelios, cuando en años anteriores, con los propulsores V8, superaba los 120, según el experimento que el diario MARCA realizó hace unos meses en los entrenamientos de pretemporada en Jerez.
«Hay menos ruido en el muro que en la barra de un bar», lamentaba Sebastian Vettel, involuntario testigo directo en Melbourne de la nueva realidad, a causa del inoportuno abandono en las primeras vueltas.»La Fórmula 1 tiene que ser espectacular y el sonido es una de las cosas más importantes», añadía el tetracampeón, uno de los más afectados, en todos los sentidos, por el cambio de motores. El brusco cambio de ambiente permite a más de uno sentarse tranquilamente en la mesa de un motorhome para acompañar las sesiones de entrenamiento con un plato de comida delante. Como si el ruido proviniera de los coches de una autovía contigua, en lugar de un circuito de F1.Pero no todos son como Vettel. A Jenson Button el asunto no le altera. Quizás porque su McLaren va como un tiro en este arranque de Mundial, también ahora en Sepang. «Cuando ganas una carrera lo que importa es que lo hiciste frente a los mejores, no el sonido del motor. Al que no le guste que se vaya a correr a otro lado», zanja el británico. En un terreno intermedio se mueve Lewis Hamilton, favorito al título en las apuestas y sediento de revancha tras su inesperado cero en Melbourne. «El sonido no es tan impresionante como antes, pero cuando estén todos los coches en la pista, seguro que agradará a los fans».
Pero quien manda en la F1, Bernie Ecclestone, no lo ve claro. Así lo afirmó en Sky TV, tras su primera toma de contacto en Malasia con la nueva melodía. «Los promotores se están quejando. Suena horrible en televisión. Pero el problema real es para la gente que viene a las carreras y vive esta extraña atmósfera», señala el octogenario mandamás, que en una entrevista con la revista alemana ‘Auto Motor und Sport’ no fue tan tibio: «Yo no quería estos motores. ¿Por qué tenemos entonces esta normativa? Porque fue escrita por los ingenieros».
Una salva de cañones que encontró culpable -«(Los ingenieros) Deberían reservar su energía para carreras virtuales en la PlayStation»- y más razones para la crítica, pues el cambio a los V6 tenía un trasfondo, o una excusa, económica: construir motores a un menor coste. Sin embargo, «le ha costado una fortuna a los equipos». Entonces, «¿dónde está el aspecto positivo? Yo no veo ninguno».
Mientras, Fernando Alonso parece desmarcado. Sus preocupaciones tienen nombre concreto: F14T. «Hay que respetar todas las opiniones e intentar dar un mejor espectáculo», explica sobre el ruidoso asunto de los motores. Y sobre lo básico, el coche, ayer mismo, pedía esperar a la calificación (hoy, 9.00 horas).
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